Erase una vez una pequeña niña que vivía muy lejos de aquí, encerrada en un castillo de humo negro como el azabache y lleno de horribles y oscuros fantasmas del pasado que no la dejaban dormir. Se sentía muy triste, apagada y creía que no había nada en el mundo capaz de hacerla sentirse mejor.
Al mismo tiempo, en un sitio también lejano, un dragón de color azul sentía un vacío enorme, este vacío creó un agujero negro que lo absorbió, encerrándolo en una burbuja. Llegó un momento en el que se autoconvenció de que aquella burbuja era todo lo que necesitaba, pero en el fondo, muy en el fondo, sabía que le faltaba alguien.
Un día, la niña estaba sumida en su eterna inseguridad, discutiendo consigo misma, cuando un grito desgarrador salió de lo más profundo de su corazón. Un rugido que atravesó el humo, alarmó a los fantasmas, voló entre los pájaros, salto de nube en nube, hasta que llegó a donde inevitablemente tenía que llegar: a la burbuja del dragón, y la atravesó. El dragón al oír ese bramido de dolor y desesperaciónmezclados con algo que a él le sonaba mucho: el vacío.
No podía saber cuál era su procedencia porque, como sabréis, los gritos perdidos no llevan remitente. Pero algo cambió en el dragón, su mente empezó a abrirse y encontró una nueva meta: descubrir a quién pertenecía ese grito y devolvérselo, ya que al fin y al cabo, le pertenecía. El dragón sacó un pie de su burbuja y sintió un escalofrío...
¿Estaba seguro de lo que iba a hacer? ¿Y si resultaba herido? ¿Y si no era capaz de encontrar al dueño y perdía su última esperanza?
En ese mismo momento, a la niña algo le pinchó en el corazón. Como si alguien tuviera en sus manos su gran verdad, como si alguien la entendiera y abrazara ese pedacito suyo como si fuera una pieza más de sí mismo... No entendía nada, estaba encerrada en el castillo, nadie entraba, nadie salía, ¿quién podría saber nada acerca de ella? Por un momento, se sintió tentada a salir del castillo, enfrentar a los fantasmas... Pero se acordó de cuánto daño le hacían cada vez que se metían en sus sueños y el miedo que les tenía.
¿Estaba segura de lo que iba a hacer? ¿Y si resultaba herida? ¿Y si era incapaz de encontrar a la persona que la abrazó en la distancia?
La niña pensó que solo tenía una opción: mandar notas al viento, para ver si por suerte, llegaban a aquel ser capaz de entenderla... A aquel desconocido del que no sabía nada... Un pajarito, que veía toda la situación desde una esquina, que voló con el grito, que había visto al dragón, sintió que esa debía ser su historia. Él también quería participar en un cuento de princesas con dragones y duras mazmorras, él no sabía hacer magia, pero tenía alas como las hadas madrinas. Desde ese momento, empezó a dirigir todas las notas voladoras de la niña hacia el dragón, estuviera donde estuviera.
La primera pilló por sorpresa al dragón, que la devolvió al viento del susto. Pero, de nuevo, algo cambió. La idea de salir de la burbuja ya no le parecía tan mal, las inseguridades fueron menguando, su corazón empezó a palpitar más fuerte que nunca y su mente a volar a través de los distintos paisajes por los que imaginaba que habría volado aquella nota que, aunque no sabía si era para él, sentía que era un mensaje de aquel anhelado dueño del grito, quizás capaz de comprenderlo.
Este fue el empujón que le hacía falta. Salió de la burbuja, pero, por si acaso, siempre la llevaba deshinchada al lado del corazón (para situaciones de emergencia, pensaba) y emprendió el camino. No se podía explicar lo que pasaba, da igual cuanto avanzara, aquel pajarito siempre le encontraba y siempre le traía aquellas bellas notas cálidas que le daban la fuerza necesaria para seguir.
La niña, sin darse cuenta, encontró consuelo en aquellas notas. Mandar notas al viento le hacía sentirse bien de nuevo. Para ella pasaba totalmente desapercibida, pero cada vez el humo del castillo era más grisáceo y empezaba a perder densidad... Un día se descubrió cantando y bailando entre los pasillos, y se sintió avergonzada por un minuto, pero luego se dio cuenta de que su alegría le daba miedo a los fantasmas, y siguió cantando, bailando, soñando y escribiendo aquellas cartas que le calentaban el alma.
Al mismo tiempo, el dragón iba recogiendo todo lo bonito que veía por el camino. No sabía por qué, pero sentía que la persona que buscaba se merecía todo lo que él podía darle, y empezó a acumular y acumular algo llamado "sentimientos" que estaban perdidos por los bosques...
Un día que ya se sentía muy cansado, oyó una vocecita cantar y se le aceleró el corazón...
Al mismo tiempo, una pequeña niña en medio de una nube prácticamente inexistente de humo blanco como la nieve, se le quedó mirando, totalmente quieta...
Sin saber por qué, ni por qué no... Sintieron ganas; irrefrenables de abrazarse y no hizo falta decir nada: eran lo que estaban buscando. La niña y el dragón. El dragón y la niña.
El dragón sacó tímidamente el grito de su bolsillo, y se lo entregó a la niña. La niña lo miró con asombro, y arrojó el grito al viento de nuevo. El dragón se sintió desconcertado y un poco triste: todo el camino que había hecho para devolver algo que aparentemente no significaba nada. En ese momento, la niña sonrió y de ella se desprendió un nuevo sentimiento: amor.
Cuando lo abrazó, sintió una calma parecida a cuando agarró el grito... Pero era totalmente distinta: el amor era más cálido, y era como pegajoso, daba igual cuanto lo abrazaras, siempre querías más, mientras que el grito era frío y, a veces, daba miedo. El grito le gustaba porque pertenecía a otra persona que sentía lo mismo que él, pero el amor era mejor: pertenecía a una persona que le entendía y que iba a estar con él. El grito era algo fugaz, mientras que el amor resplandecía un fulgor que no perdía intensidad en ningún momento.
Al mismo tiempo, la niña se dio cuenta de que una burbuja se le había enganchado al abrazarle y se la devolvió al dragón... Este la miró por un momento, y la arrojó al viento. Se dio cuenta de que al lado de la niña, al menos mientras estuviera con ella, no necesitaba más burbujas.
Ambos se miraron y no necesitaron nada más. Estaban justo en el sitio indicado, en el momento indicado.
And I've always lived like thiskeeping a comfortable distance and up until nowI had sworn to myself that I was content with lonelinessbut darling, you are the only exception.