Os presento a............ Madame Ogou

Por Ladya

Como ya sabéis, hace unas semanas hice un llamamiento a tod@s las que pasáis a leerme por aquí. Os ofrecía la posibilidad de utilizar el blog para expresaros, de colaborar y de probar la experiencia de ser blogger sin tener que complicarse la vida creando uno propio.
Ese ofrecimiento ha dado sus frutos y, hoy, quiero presentaros a Madame Ogou, la nueva y flamante colaboradora de este blog.
Igualmente, el blog sigue abierto a todas las mamis o papis que quieran colaborar explicando sus experiencias, su forma de vivir la maternidad/paternidad, la crianza,....
Espero que disfrutéis conociendo a madame Ogou:
Soy periodista, intento de escritora, hija, hermana, adicta a las redes sociales, lectora, pareja de Marc y madre de Miguel. Entre otras muchas cosas.  Intrusa en el espacio de Mama Vaca, me gustaría crear un alter ego, Madame Ogou, a modo de los heterónimos de Pessoa. Un desdoblamiento de personalidad bloguera que sirva para canalizar la escritura sobre un tema que me interesa y en el que no suelo explayarme: la maternidad. Agradezco este espacio porque yo también soy mamá vaca, aunque no suene moderno, y reivindico la lactancia materna como una cosa entre mi hijo y yo, en la que el resto del mundo no debe ni puede meterse.
Tecleo estas líneas desde el subtrópico, a menos kilómetros de Mauritania que de Huelva. Miguel, mi único hijo, entró en la guardería hace apenas dos semanas y cumple dos añitos en este mes que viene, el cálido y exótico noviembre. A Miguel le gustan los pájaros, el agua y los coches, siente debilidad por su primo Diego y no soporta verme al ordenador o enganchada al móvil. En la guardería me dijeron que se le nota muy apegado a mí y estuvieron en un tris de recomendarme que dejara de jugar con él o hacerle caso. Pensé, por un momento, que iban a mencionar la lactancia materna y el colecho: lo primero consta en su ficha, lo segundo no o ya nos habrían lapidado públicamente en la puerta. No comprendo que tenga que justificarme cada vez que Miguel me tantea el escote, ni los comentarios tontos, ni que no merezca el respeto que tendría el que fuera musulmana, llevara ropa interior de cuero o jugara a diosa en un mercado financiero.
El sábado estuve invitada en un coloquio sobre lactancia materna y sólo espero que no sean necesarios muchos más. Que sea tan normal un pecho como un biberón en la tele y que deje de tener como únicas referencias de lactancia materna las obras de Benito Pérez Galdós o las comisarias de las novelas negras escandinavas. Mientras llega ese momento, me apena comprobar que siempre somos la misma minoría en estas cosas y que nos encontramos frente a los mismos dilemas. Dar el pecho o practicar el colecho parece que es darle carta blanca al resto de la humanidad para que opine sobre el tema, te dé consejos o te insulte. O las tres cosas juntas.
Normalmente los demás no son respetuosos con estas opciones. O no tanto como si fueras budista, no llevaras ropa interior o te dedicaras a la política.
En la charla del sábado hablamos de salir del armario. Decirle al pediatra de turno que le damos el pecho al chiquillo y a mucha honra y que debería leerse algo más sobre el tema antes de abrir la boca y decir que si mama a los 18 meses es por vicio y va a violar niñas en la guardería. También explicarle amablemente cuando nos pasa el papelito de turno con las instrucciones para cuidar al bebé que el colecho es una opción tan decente como meter al churumbel en su propia cuna y en su propia habitación sobre la marcha, tal y como propugnan Supernanny y Estivill, entre otros.
Quizás sea hora de empezar con el activismo y hacer algo de pedagogía en vez de sonreír amablemente al pediatra y pasarnos sus consejos por el arco de punto.