Oscuridad al sol, calor a la luna
Vivimos en grandes ciudades y en pequeñas poblaciones. Somos capaces de habitar en lugares inhóspitos con la única intención de desafiar nuestra naturaleza física.
Pero lo cierto es que ella es quien nos desafía a nosotros. Es ella la que nos muestra lo crueles que podemos llegar a ser sin que aprendamos de nuestros errores. No habría guerras si fuese así. No existiría el egoísmo que nos gobierna cada día con objetivos puramente personales y no miraríamos hacia otro lado cuando se nos muestra el hambre.
El amor no tendría límites y ya no existiría una raza que nos diferenciase, ni religión que nos separase. No existirían las armas ni ese oscuro negocio que llamamos fronteras. No abusaríamos de cuanto nos rodea y no nos divertiríamos haciéndonos daño. Amaríamos a nuestros animales y les daríamos las gracias al tiempo que les pediríamos perdón, sería supervivencia, ni un deporte, ni un arte.
Saldríamos a la calle con una sonrisa en la boca y desaparecería el temor a pasar desapercibido, a ser un alma más en una ciudad repleta, sin etiquetas, todos iguales.
Pero eso nunca va ocurrir. Es imposible porque sería ir en contra de nuestra naturaleza más íntima. Sería como pedir oscuridad al sol y calor a la luna.
Sería, es, el mayor desafío a la humanidad.