Al margen de la idoneidad de la sentencia en el momento actual, está el respeto al poder judicial y el deber que tenemos todos de acatar las resoluciones de los tribunales independientemente del derecho que nos asista a su recurso.
Otegi no pagó por su cooperación en atentados en Madrid, delitos de sangre, y pasando de puntillas sobre la relación entre Batasuna y el entramado terrorista, fue haciendo un discurso con lengua de doble filo, actuando de intermediario oficial con los del hacha y la serpiente, no condenando los atentados y justificando el impuesto revolucionario, que no deja de ser otra forma de extorsión, más o menos mafiosa. Ahora, los magistrados han resuelto que debe pasar diez años privado de libertad por su reorganización de Batasuna y su relación con ETA, por pertenencia a banda armada. Que recurra si le apetece. Muchos españoles se alegran de verlo entre rejas.