De la misma forma que se pidió hasta la saciedad respeto con la resolución judicial que permitió a Bildu presentarse a unas elecciones, idéntica consideración habría de tener la condena del Sr. Otegi, cuya pena no deja de resultar peculiar, cuando menos.
Efectivamente, el exterrorista y actual líder de la autodenominada izquierda abertzale, mantiene actividad en Twiter y otras redes sociales, algo que resulta imposible al resto de internos, que carecen del imprescindible acceso a internet para esta actividad. Uno, algo conocedor de los centros penitenciarios, sabe sobradamente que no dispone de teléfono móvil en su interior, pues existen medios técnicos para impedir la entrada de señal al recinto; del mismo modo, se impide también la conexión a través de la red, lo que resulta lógico para evitar que ciertos delincuentes sostengan la gestión de su actividad ilegal mientras permanecen privados de libertad.
No es el caso del dirigente vasco; a él se le permite la conexión que otros no tienen, y desde aquí, no pretendemos valorar si es bueno o es malo. Desde luego, resulta diferente y sí se trata de poner de manifiesto el cierto trato de favor que reciben determinados internos, pese a lo que las protestas y demandas por parte suya y de sus familiares resultan cansinas por su constancia y reiteración.