Rodeado de proetarras, entre los aplausos de dirigentes de Podemos, de ERC y la CUP, y con el apoyo del expresidente de los socialistas guipuzcoanos, Jesús Eguiguren, acaba de salir de la prisión de Logroño Arnaldo Otegui tras seis años y medio en la cárcel por intentar reconstruir Herri Batasuna.
Fue uno de los grandes jefes de ETA, y oculto tras una vida legal fue secuestrador y asesino frustrado, que se sepa, al menos una vez, pero usaba los medios informativos para decir que “Yo solo quiero la paz y el amor entre todos”
“Hombre de paz” le llamó José Luis Rodríguez Zapatero a este personaje torvo, cruel y sin escrúpulos, de los que tomando unos potes ordenaba la muerte de innumerables personas.
El embajador Javier Rupérez, antiguo opositor al franquismo, y después militante de UCD y del PP, acaba de publicar un artículo escalofriante sobre Otegui, su secuestrador durante 31 días en verano de 1979, y sólo dos meses antes de que intentara asesinar al diputado de UCD y miembro de la Comisión Constitucional Gabriel Cisneros, al que hirió gravísimamente.
Rupérez alerta sobre este aspirante a dirigir la política vasca como lehendakari, pese a su inhabilitación temporal, gracias a esa propaganda que presenta como pacífico a quien le gritaba a otro etarra “¡Remátalo, remátalo!” cuando Cisneros rodaba por el suelo tratando de evitar las balas.
Todavía hay 300 asesinatos de ETA sin aclarar. Se desconoce quiénes fueron sus autores, y algunos asesinos están saliendo a la calle con medidas de gracia, pese a que se niegan a revelar quién y cómo cometieron esos crímenes.
Entre los que saben mucho está Otegui, que nunca fue hombre de paz, sino de muerte, un héroe para los abertzales y los nuevos “progresistas” con hambre de muerte.
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SALAS