La montaña palentina, vista hoy desde este marco entrañable del Otoño, conserva ese sabor especial de las antiguas piedras. Acaso no lo diga todo el nombre, pero la gente viene, la gente vuelve, la gente empieza a conocerla y como el vino que antaño los venteros mezclaban para darlo fuerza, así también se mezclan nuestras gentes con las gentes de fuera y sin miedo al futuro que presagian los libros, juntos recorren las entrañas de esta divina Tierra.
© Froilán de Lózar
© José Luis Estalayo
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