Por fin el otoño se cierne sobre Sevilla, cubriéndola con esas nubes grises de una lluvia deseada que limpia su atmósfera, baldea sus calles y riega jardines y plazas. Nubes raudas que acarician esa torre empinada que pretende llegar hasta ellas para empaparse de su preciado cargamento sin aguardar que caiga del cielo. Son las primeras lluvias y los fríos tardíos de un otoño empeñado en ocultar su rostro hasta ayer, en que la ciudad bendijo su regreso y se dejó abrazar con esa luz tenue que lo acompaña. Una estampa distinta y bella de una ciudad que recibe alborozada la entrada del otoño.