Muy despacio se está componiendo el rompecabezas de la Sierra antes de salir el sol. La madrugada muestra la silueta nítida de la Cuerda Larga mientras nos acercamos, carretera adelante, hacia Manzanares el Real, para llagar hasta Canto Cochino junto al río Manzanares en la Pedriza de Madrid a esta hora en que las encinas comienzan su paseo y cantan las aves sonidos de aurora.
Atrás ha quedado la palidez acuosa del entorno del embalse con la helada temperatura bajo cero, estamos respirando libertad entre las curvas de la Pedriza con su hermosísima visión conjunta desde el puertecito de Quebrantaherraduras. Desde aquí se disuelven las amarguras y las rutinas, se evaporan los miedos y los rencores, la mediocridad y la amargura se deshacen en el aire y nacen en el corazón humano sensaciones de profunda paz, de sosiego ascendente, de libertad compartida.
La Pedriza en sus cumbres, refleja el sol esta mañana de azul invierno; tal vez palidezca el día andando las horas; tal vez se arruguen las canciones en los corazones; tal vez…Pero en estos momentos los montañeros están cruzando el vado de arena sobre el Arroyo Poyos para subir un tiempo por el camino que va al Collado de la Ventana y su corazón es una canción de ensueño y gozo. Ciento cincuenta metros más arriba los pinos nos indican un sendero que sale a nuestra izquierda y cruza sobre el Arroyo de la Ventana para llevarnos atravesando Los Llanillos hasta Cuatro Caminos. Este hermoso rodeo ha construido alegría, ha edificado belleza.
Por el pinar arriba superamos la senda que sale hacia la Majada de Quila, dejamos también el desvío hacia Puente Poyos, estamos atentos a no entrar en el descenso por la senda del Icona y llegamos hasta el Collado de la Romera. El frescor de febrero se acerca y conversa con nuestros rostros entre la vegetación y la piedra.
Enseguida adelantamos a la Diligencia con el cochero inmóvil en su pescante delantero, se ha detenido hace siglos en la posada de la sierra; continuamos bordeando el Carro del Diablo y descendemos sus piedras de un mágico color entre naranja y ocre para llegar a un peldaño boscoso; los montañeros imaginamos descender por una inmensa y triunfal escalera. El siguiente peldaño nos deja en el jardín de la Campana; el siguiente es la Canal del Pajarito de una belleza inmensa y risueña; hasta el Collado del Cabrón suaviza la pendiente paulatinamente.
Es este sendero descendente o en subida entre el Collado de la Romera y el Collado del Cabrón de tal belleza que hace volar el corazón por las esferas celestes, de tanto sosiego que expande el espíritu por la inmensidad de la tierra, de esforzado y trabajoso descanso que llena de melodías el alma.
La parte final del regreso fue luz y recuerdo.
Javier Agra.