Ya se me ha vuelto a pasar el arroz. Me pasa varias veces al año. Que sí, a eso me refiero, que ya soy muy mayor, que ya tengo casi 28 años, para estar soltera (y encima sin novio, ¡qué desfachatez!).
Y, ¿por qué se me pasa varias veces al año y no de contínuo? Pues porque depende de donde viva.
Cuando estoy por Asturias, España, es normal que una chica de mi edad esté soltera y no tenga novio, poca gente se extraña por ello. Sólo me tengo que enfrentar a la preguntita sobre el tema cuando hay alguna comida o cena familiar por parte de algún tío de estos a los que no veo muy a menudo. Pero bueno, no me quejo, están simplemente ejerciendo su labor, que casi se les otorga como obligación divina al hacerse tíos. Es natural. También tengo la presión de mi abuelo, que quiere asistir a mi boda y tiene miedo de que si me dejo llegar a los 30 ya esté demasiado vieja para que algún mozo me quiera, pero el hombre tiene 85 años y ha recibido otra educación, no le critico.
Pero luego, me da por viajar o vivir en países del mundo donde las mujeres, con mi edad, o ya están casadas o les queda poco para ello o, en su defecto, lo están deseando. Y luego voy yo y les suelto que es que “no me quiero casar” , que estoy feliz como estoy, y soy un bicho raro. Lo gracioso, además, es que me estoy dando cuenta de que en estos países, preguntarle a alguien que acabas de conocer que si está casado es tan lógico como preguntarle su nombre o país de origen.
Mi primera experiencia con este tipo de presión social me sucedió en Macedonia, cuando me mudé allí a finales de 2009. Y mira que yo tenía 24 años y un novio con el que llevaba muchos años, o sea, que las convenciones sociales las iba siguiendo bien (aunque bueno, lo de irme de voluntaria a Macedonia y no a vivir al país donde vivía ‘mi hombre’, eso ya no eran tan natural, para que nos vamos a engañar).
Pues, cuando decía la edad, constantemente me enfrentaba a esa pregunta sobre si esta casada o si lo haría pronto, a lo que le seguían las miradas extrañas cuando yo decía que yo era muy joven para eso. Se ve que, no era tan joven como yo me sentía.
La última vez que volví a Macedonia, este año, con 27 y sin novio alguno que declarar, os podéis imaginar que la presión se multiplicó por 5. En mi primera hora en mi pueblo, Struga, conté tres personas que me preguntaron que si ya me había casado.
En Marruecos, tres cuartos de lo mismo. Allí aún se les hace más raro. También allí es algo comprensible, porque como tu familia sea algo tadicional (hasta donde yo sé, muchas por no decir la mayoría) no puedes ni irte a pasear con una persona del otro sexo. Y claro, canciones de amor, sobre lo que mola pasear de la mano a la orilla del mar bajo la luna llena, las escuchamos todos en todos los idiomas y todos deseamos sentir esas emociones. Y las pobres deseando casarse. Algunas jovencísimas. Luego se casan y se dan cuenta que eso del amor no era para tanto tras la tontería de los primeros años. En otros países, tenemos la fortuna de poder comprobar eso antes del matrimonio.
En eneral, parece que les cueste entender que las mujeres tengamos, con más de 27 tacos, otras aspiraciones en la vida que no sea exclusivamente la de ser madre y darlo todo por los hijos y el maridito. Lo que más gracia me hace, es que les parece imposible comprender que sea yo misma la que elija estar soltera. Por ello, siempre me buscan alguna alternativa a mi ‘desesperada situación’ como empeñarse en presentarme hijos (un macedonio se obcecó muy seriamente una vez en que llamara a su hijo, que vive en Londres, a ver si congeniábamos y podríamos llegar a algo) o sobrinos o hermanos o proponerse ellos mismos como mis salvadores, estando dispuestos a casarse conmigo (ejem).
También hay la version de ‘cara de pena’ que algunas chicas me ponen cuando digo que no tengo novio a lo que tengo que aclarar que ‘no te preocupes mujer, soy muy feliz así’. Y es, muchas veces, aunque no haya fecha de boda, a la gente le encanta prometerse para dejar de hablar de su ‘novio’ y empezar a referirse al ‘prometido’ con el bonito anillo en el dedo anular. Luego está eso que algunos me dicen como, “¿estás soltera? Pero eres guapa…“. Sí hijo mío, muy fea no soy, pero algo muy raro debo de tener. En fin.
Todo esto viene porque hoy ya me han preguntado dos veces sobre si estoy soltera. Lo malo es que la pregunta ha venido de las dos únicas mujeres con las que he mantenido una conversación fluida hoy (2 de 2). Otra vez se repite la historia. Paciencia.