Pero Sánchez, que para no ser menos y demostrar también su sentido de Estado tampoco se ha ido de vacaciones, sigue sin estar por la labor, es decir, sigue siendo un hueso duro de roer para Rajoy. Y de Rivera ni les cuento, que continúa el hombre intentando sin el más mínimo éxito arbitrar un partido que los principales contendientes se niegan en redondo a jugar.
Es muy probable que cuando vuelva a subir la persiana dentro de un par de semanas las cosas no hayan mejorado de manera significativa. En realidad es mucho más probable que hayan empeorado porque, a cada día que pasa en esta situación, los problemas a los que debió haberse atendido hace meses puede que ya tengan consecuencias irreversibles.
Al menos bajo la persiana con el alivio de conocer que el incendio en La Palma ha sido metido en vereda después de varios días de denodados esfuerzos por tierra y aire de centenares de trabajadores - que no operarios -, uno de los cuales se dejó incluso la vida en la tarea. El desastre ambiental es mayúsculo y el daño en los bienes será también cuantioso. Se escuchan ya voces hablando de ayudas y subvenciones para los afectados y está bien que así sea, siempre y cuando se cumpla alguna vez que tales aportaciones se entreguen en tiempo y forma; carecen de todo sentido si su entrega se demora durante años como ha pasado en muchas otras ocasiones similares.
Del mismo modo, también carece de todo efecto ejemplarizante y reparador desde el punto de vista de la Justicia que la sentencia que debe recaer sobre el autor confeso del incendio se posponga hasta las calendas griegas como ocurre con el incendio de hace nueve años en Gran Canaria.
En realidad, si uno lo piensa un poco, tanto la incapacidad de los partidos políticos españoles para formar gobierno como la cansina frecuencia con la que se repiten desastres naturales como el de La Palma, hasta el punto de que terminan concibiéndose como maldiciones bíblicas inevitables, nos remiten al mismo problema de raíz: la tendencia política a enredar sobre cuestiones que, a ojos de la mayoría de los ciudadanos de a pie, sólo requieren verdadera voluntad para resolver los problemas planteados en lugar de crear otros nuevos en donde no había ninguno.
En eso pensaba seguramente Woody Allen con la frase que me sirve hoy para echar el cierre temporal al blog y con la que les dejo reflexionando hasta la próxima vuelta...
"La vocación del político de carrera es hacer de cada solución un problema".