A veces, muchas más veces de lo deseable, la temeridad de algunos los empuja a jugarse la vida por incomprensibles razones que guardan más relación con las hormonas, la emulación y el egoísmo antes que por un afán de explorar los límites de lo posible o del conocimiento. No pocas veces, también, por la ignorancia y su gran virtud, el atrevimiento. Lo grave, en estos casos, no es buscar la oportunidad de enfrentarse a una tragedia, sino causársela a personas que para nada desean seguir los pasos del irresponsable.
Nadie quiere abandonar este mundo antes de tiempo, pero algunos parecen decididos que no lo consigamos. No es por alarmar, pero téngalo en cuenta antes de salir de casa, aunque sólo vaya a la peña a jugar dominó.