Como ya anunciaba ayer, hoy toca traer hasta el blog a uno de esos escritores- como Mariano José de Larra Wetoret, que acercamos aquí hace uno o dos meses- olvidados por las nuevas generaciones. No es el autor protagonista de este artículo un escritor del siglo XIX como aquel sino más cercano a nuestro tiempo, pero es- en esto coinciden- un casi completo desconocido para los lectores actuales. Se trata de Noel Clarasó.
A Noel Clarasó lo conocí recientemente, apenas un par de semanas, con la adquisición de un gran lote- 193 títulos- de la vieja colección Enciclopedia Pulga. Para empezar, escogí como primeras lecturas unos números al azar: La casa cerrada, de A. E. W. Mason, Una apuesta de millonario, de Mark Twain, El siniestro doctor Crippen, de E. Cuenca, y Albertina y yo, de Noel Clarasó. La breve historia que el autor nos cuenta en Albertina y yo- se lee en apenas 15 o 20 minutos- me gustó, a decir verdad. Me gustó por la ironía de su narrador protagonista, su pose ante la vida que se atraviesa sin contar en el camino, su dejarse llevar como en una corriente en la que es inútil nadar en contra, la ternura que se desprende de esa irónica visión del mundo, la sencillez del estilo y el humor que envuelve y suaviza el contorno de la historia de un amor de verano un tanto peculiar.
Tras Albertina y yo, vino, también en la mencionada colección Pulga, ¿Qué es una flor?- un breve estudio de jardinería, una de sus aficiones y en la que era un experto- y, tras esta otra lectura, llegó la curiosidad y la búsqueda de información sobre su persona y su obra. Y ahí mi gran sorpresa; apenas encontré una escueta entrada en Wikipedia y un par de alusiones en blogs aludiendo a esta falta de información, a este vacío en torno a Clarasó.
Es por eso que hoy lo traigo hasta aquí. Ignoro la razón de este abandono; solo sé de él unos cuantos datos biográficos que compartiré en un momento, que me han gustado los dos libritos que de él he leído (los ya mencionados) y que he leído también con agrado algunos de los artículos de la sección Pro y contra que escribió durante años en La Vanguardia y que se pueden leer on line en la hemeroteca de este periódico. Y sé que es un gran olvidado.
Noel Clarasó nació en Barcelona en 1899, y allí mismo fallelció en enero de 1985. Era hijo del célebre escultor Enric Clarasó i Daudí, y mostró desde joven inquietudes culturales. Estudió derecho pero su preferencia por la literatura hizo que no llegase a ejercerla y centrase su vida y su futuro profesional en las letras. En sus escritos tocó diversos registros y géneros (quizá este un factor que haya podido contribuir a su olvido): libros de jardinero, artículos periodísticos, novelas de terror y policíacas, novelas psicológicas, breves relatos de humor, obras de teatro, traducciones- tradujo, por ejemplo, Buenos días, tristeza, de Françoise Sagan, para Círculo de Lectores-, guiones de cine televisión,... Por lo que sí se le menciona con frecuencia es por sus ingeniosas citas y frases, que pueden encontrarse por la red.
"Ningún tonto se queja de serlo; no les debe ir tan mal."
Leído y reconocido en su momento, con algún premio literario en su haber, con una prosa fácil y directa, un punto de vista optimista de la vida, una aguda observación del día a día, de lo pequeño y cotidiano, un humor y un ingenio propio- "huyo de seriedad inútil", decía- Clarasó ha hecho su contribución en mayor o menor medida, a la historia de la literatura en lengua castellana. Se merece su hueco.
Biografía de un hombre cualquiera será mi siguiente lectura de él .
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