Otro error con un antidepresivo, y ya van…

Por Antoni Xavier Torres Collado @cienciaesfacil

Lo malo es que empieza a convertirse en habitual. Como el problema de los tiroteos en los estados unidos: que se haya normalizado, no significa que sea bueno. Que pase todos los días no significa que debamos quedarnos con los brazos cruzados observando como sucede. Si hay que quejarse, debemos hacerlo. Y si tiene que se alto y claro, pues que sea de esta manera.

Cada día son más las voces que claman por que todos los datos de los estudios clínicos se hagan públicos para todo el mundo. Actualmente esto no es así, ni se publican todos los datos, ni son completamente públicos. Se da el caso que las agencias gubernamentales que velan por la seguridad de los fármacos (véase la EMA o la FDA), no hacen públicos los documentos que las farmacéuticas están obligadas a entregar para la aprobación de un medicamento, en pos de un supuesto derecho de privacidad. Estos problemas y muchos más los podéis conocer a través de un libro muy didáctico que se llama Mala Farma, de Ben Goldacre. En este blog ya comenté su mala ciencia un imprescindible en la cabecera de nuestras camas o literas.

“Paxil, June 2003” by Ryan – Flickr. Licensed under CC BY 2.0 via Commons.

Pero vayamos al caso que nos interesa, el famoso estudio 329 que se llevó a cabo en los EE.UU. de América para probar la utilidad y seguridad de la paroxetina para el tratamiento de la depresión en adolescentes. Ese estudio concluyó que tal medicamento mostraba buenos perfiles de seguridad y que era superior al efecto del placebo en la mejora de los síntomas de la depresión en adolescentes. Hasta aquí bien. Pero el problema es que a la paroxetina (recetada durante años y años para el tratamiento de la depresión tanto en adultos como en adolescentes) se ha convertido en la chica a la que nadie quiere sacar a bailar en el baile de graduación. Y es que hace unos años que la empresa comercializadora (GSK) ya tuvo que pagar una fuerte multa por haber manipulado los datos de los ensayos clínicos. Y ahora un reanalisis de los datos del estudio 329 acaba de concluir que ni es mejor que el placebo en el tratamiento de los síntomas de la depresión en adolescentes, ni es más segura. De hecho ES MENOS SEGURA. Parece ser que aumenta el riesgo de suicidio en las personas que la toman. Si a una persona con depresión, la cual ya es fácil que tenga tendencias autodestructivas, le das una pastilla que en vez de quitárselas, le da más, y sin encima lo mezclas con las dificultadas inherentes para la mayoría de adolescentes de adaptarse a la vida adulta, pues nos queda un cóctel explosivo. No sólo eso… parece ser que también hay acusaciones de que el artículo no había sido escrito por ninguno de los 22 autores, sino por un escritor médico contratado externo contratado por la farmacéutica. Ninguno de los autores ni la revista académica se han retractado del artículo. Es esta carta uno de los autores se justifica diciendo que la metodología ha cambiado en estos 24 años, y que nada de escritor negro.

Como he empezado diciendo, cada día son más las voces que abogan por una total transparencia de los datos que surgen de los análisis clínicos. Que 100 pares de ojos repasándolos son mejores que solo una par. Que las cuestiones sobre la privacidad de los pacientes son muy fáciles de solventar. Que en definitiva, debería ser a la industria la primera interesada en que todo funcione como toca, porque el valor está en el paciente y no en la obtención de beneficios a cualquier precio. Porque un paciente contento significa un cliente contento. Y la salud es cosa de todos, no sólo de unos pocos. 

Referencias.