El Padre Carlos me sonrió comprensivamente.
- ¿Sabés qué te pasa? – me explicó. – No sos realmente un agnóstico. Más probablemente sos un inseguro que busca la comodidad de no tener que optar por ninguna idea en particular y se refugia en una posición que titula “agnosticismo” pero que está muy lejos de serlo.
- Es cobardía, ¿verdad? – le pregunté mientras me sentía como un niño al que descubren haciendo una travesura.
- Es la duda. La duda no es cobardía ni valentía. Es una posición ante la vida. Porque seguramente en otras cosas también funcionás así. Aunque en esas otras cosas no podés esconderte tras un rótulo de “agnóstico”.
- Probablemente, Carlos. – reflexioné un momento. - Seguramente.
- Bueno… ¿Daniel era tu nombre? – interrogó para cerciorarse mientras entrecerraba sus ojos.
- Todavía lo es. Como el profeta. – repondí algo incómodo.
- No te sientas mal. Todos pasamos por eso. ¡Si te contara mis propias dudas…! Pero no vinimos a hablar acerca de vos, ¿cierto?
Me sentí aliviado al cambiar de tema. Carlos me había dicho lo que muchas veces pensé de mí. Sabía que siempre había explotado mi habilidad de transformar en preguntas o explicaciones ingeniosas las respuestas que no me animaba a dar. Y casi siempre había salido bien de esas situaciones. Pero ahora, con Carlos, esa habilidad no me iba a servir de nada.
- No. Vinimos… vine… a hablar del Génesis. Con usted, que sabe mucho más que yo. Eso, si le parece bien.---Si te interesa conocer más acerca de este libro que viera la luz hace diez años y sigue provocando comentarios y opiniones encontradas, consúltame a danielgalatro@gmail.com .Así sabrás cómo conseguir tu propio ejemplar completo.