Recordé una vez más, allá por la década del 70, cuando participaba de un grupo investigador de fenómenos “anormales”, tema de moda entonces. Y el viaje hasta Tacuarembó para verificar huellas de extraterrestres. Tenía treinta y pico de años, ganas de comprobar personalmente lo que aparecía por todas partes, de desmentir a Fabio Zerpa, a Antonio Las Heras, a los que nos querían hacer creer que los OVNIs existían. Pero volví más convencido que antes de que todo era posible en nuestro universo, “inquieto universo” según Max Born.
Por esos tiempos alguien me conectó con una psicógrafa, sujeto femenino de un fenómeno llamado “escritura automática”. Parecía haber ella establecido contacto con el comandante de una nave espacial que, según decía, sobrevolaba la región. Le hice solicitarme una cita con él. Según la psicógrafa, el comandante respondió aceptando e indicándome que estuviese un determinado día, a las 10 de la noche, en un preciso lugar. Entonces podría verlo personalmente.
El sitio elegido era sobre uno de los caminos que unen Ensenada con La Plata, más exactamente en el conocido como “Camino Rivadavia”, en el punto en el que se encuentra un transformador eléctrico de alta tensión. De allí parte una línea que alimenta la planta industrial de una empresa entonces llamada “Propulsora Siderúrgica” y hoy “Siderar”.
Era una oportunidad maravillosa. Tenía yo automóvil por esos tiempos y el lugar no estaba a más de tres o cuatro kilómetros de mi casa. Pero no concurrí.
¿Por qué? Todos me preguntan lo mismo desde aquel día. ¿Por qué no me presenté a la cita? El Padre Carlos diría “porque sos un agnóstico de barrio”, quizá su forma de llamarme “cobarde”. Si veía lo que supuestamente quería ver ya no podría seguir siendo ese “agnóstico de barrio”. Después de ese contacto vendrían otras cosas, quién sabe cuáles, y yo sentía miedo de vivirlas.
Falté a la cita con el comandante de la nave. Ese hecho quedó como una mancha en mi expediente de investigador. Podía haber escrito una página importante de la historia moderna, al menos de la ovnilogía, pero no lo hice.
¿Qué me hizo no ir? Quizá lo mismo que varias décadas después evitó que me escapara de Buenos Aires para no concurrir a la cita con el doctor Fridman. Lo que me condujo a estar allí sentado, esperando… ¿Lo que llaman “Destino”?
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Prof. Daniel Aníbal Galatro