El tema de la Fiesta en Cataluña dará que hablar durante los próximos meses, toda vez que, entre unos pocos, van a conseguir terminar en aquella bendita tierra con una de nuestras mayores tradiciones. Tal vez sea por aquello de que todo lo que suene o tenga tintes taurinos, a estos listos les parece Patrio, y claro, como ellos quieren vivir su vida, lo primero que hacen es desprenderse de todo lo que tenga consonancias con la madre Patria. En fin, veremos a ver en que acaba esta dura pugna. Mientras tanto, siguen apareciendo interesantes artículos en distintos medios de comunicación, como éste que os dejo del abogado Miguel Ranchal, publicado ayer martes en la edición digital e impresa de Diario Córdoba. No tiene desperdicio...
Barretina desde la barrera
El lector curioso sabe bien que las debilidades de un articulista puede sondearlas no tanto en lo que dice, sino en lo que calla. Por esa misma regla, mis sabuesos seguidores ya habrán comprobado que no soy taurino. Difícilmente se ve uno emulando a Matías Prats con microfonazo en ristre en el tendido cero, por mucho que la ignorancia sea muy atrevida.
Dicho esto, no saquen falsas conclusiones. No milito en ninguna liga que le busque los cuartos a la tauromaquia y, como tantos otros, busco esa cuadratura del amor a los animales con el respeto a la Fiesta, como con orgullo la llaman, y con mayúsculas, los entendidos. Y si me apuran, no veo incongruencia en ese binomio: antes sostengo la bellísima plástica de la suerte suprema, capaz de retar a la muerte empitonada, que hacerle el juego a la demagogia de la España negra, ese soez y malintencionado guión que asocia la torería con la versión cutre y atrasada de nuestro país.
Y ahora que Lo que el viento se llevó se ha hecho película septuagenaria, es tiempo de imitar a Rhett Buttler y marchar a contracorriente. Basta del esnobismo de la progresía, que fuera del carácter mesiánico de José Tomás repudian los toros, asignándole una estética franquista que no se recrea en el arte de una buena faena, sino en la antropología del alguacilillo que bebe en porrón.
Peor es aún la ruindad de los propósitos secesionistas. Los independentistas catalanes han puesto el toreo en el punto de vista de su papanatismo.
Libres son de sufrir con una certera estocada, pero no de utilizar al pobre toro como coartada, cínicos y cucos que quieren colarnos por detrás sus delirios de grandeza.
NOTA: Artículo extraído de Diario Córdoba, en su edición digital del 22 de Diciembre de 2009