Ahora son las autopistas radiales. Y la cuestión no es ninguna broma, dicen que este rescate puede llegar a más de 7000 euros. Juegan con los miles de millones de euros como si fueran calderilla, eso sí, cuando se trata de recortar a los ciudadanos, o de apoyar a empresas privadas.
Como siempre, nacionalizamos pagando el más alto precio para que, después, si el negocio se puede levantar se privatice otra vez, con cualquier excusa y sobre todo, a precio mínimo. Ningún riesgo privado, todo cubierto con nuestros impuestos.
Hacer negocios con nuestros gobiernos es fácil. Los grandes magnates de las mayores empresas no se juegan nada. Nada de nada. Blindan sus contratos, de tal forma, que si el negocio va bien se forran y en caso contrario, ya saben, pagamos los platos rotos los ciudadanos, y las empresas recuperan su dinero gracias a un gobierno amigo que les permite jugar a una ruleta marcada, donde siempre sale el número marcado.
La operación es sencilla en estas grandes obras. Las grandes constructoras (ACS, Sacyr, Abertis, OHL, FCC, Ferrovial) se ponen de acuerdo para la gran obra, se mantienen unidas y firman un contrato por el que, en caso de negocio fallido, el Estado, que es el titular, las resarcirá y se hará responsable. Y si todo va bien, a forrarse como gestores. ¡Vaya chollo!
Luego, los bancos – BBVA, Santander, Popular, Bankia, Sabadell, Caixabank — se niegan a renegociar la deuda y solicitan que les pague el Estado. Los fondos buitres que han comprado parte de su deuda a precio de saldo, también solicitan su pago. A todo esto, las expropiaciones necesarias se han pagado a precio de oro, puesto que las previsiones se hicieron como si fuera terreno rústico y sin embargo los terrenos han resultado ser, al hacer la M-50, urbanizable, y familias conocidas como la Abelló, la Franco –el nieto del dictador— y la Serrano Súñer –otro franquista de pro--, y otros propietarios de terreno expropiado, han recibido, en vez de 390 millones de euros, más de 2.000 millones en total.
Toda una operación ‘mal denominada’ de colaboración público-privada, donde lo que cuenta es que el Ibex-35 siempre gane.
Al final, nosotros, los ciudadanos de a pie, sin comerlo ni beberlo, pagamos estas autopistas tres veces. La primera, por las rebajas y subvenciones en los impuestos que las grandes empresas han obtenido al invertir en la obra (que hubieran sido ingresos para la Hacienda Pública, de haberse pagado), la segunda, con este maravilloso rescate, una cantidad que deberemos adeudar a esos bancos acreedores, y, por último, tendremos que pagar el peaje correspondiente en caso de utilizarlas, cuando se haya consumado su nacionalización. Eso sí, siempre esperando que en el momento en que el negocio pueda ser rentable, se vuelva a vender por tres duros. Así funciona la cuestión.
Hay que recordar a Aznar, máximo responsable del desaguisado, cuando predecía que habría un antes y un después, desde el momento que se tomó la decisión de construirlas, o a la exministra Ana Pastor, hoy presidenta del Congreso, cuando en varias ocasiones dijo que estas autopistas no costarían ni un euro al contribuyente. De nuevo, lo mismo, mentiras, mentiras y más mentiras. ¿No parece extraño que detrás de este episodio no haya sido favorecido alguien del gobierno o de su partido?
Y aquí no pasa nada. Nadie pagara por esta decisión salvaje y equivocada que tomó Aznar y su gobierno, y nadie pagará por mentir como lo ha hecho Ana Pastor. Mejor dicho, sí, pagaremos todos los ciudadanos, como siempre. Y es que, ya se sabe, todos de rositas, que para eso ganan elecciones.
Salud y República