Ourense y la Rivera Sacra

Por Martafr1975

Domingo 19 de julio 2020

Parecía que en este terrible año 2020 las vacaciones de verano no llegarían nunca y, de hecho, hasta el último momento pendían de un hilo. Nuestros planes a principio de año era ir a Cuba, teníamos los billetes de avión comprados y hasta algunas casas particulares reservadas, pero la pandemia truncó nuestro sueño. Aunque debemos sentirnos agradecidos, miles de personas han perdido mucho más que nosotros durante este todo este año. Un año que, creo, no olvidaremos jamás muy a pesar nuestro.

Los nuevos planes nos han traído hasta Galicia. Lo suficientemente lejos para olvidarnos de la monotonía y lo suficientemente cerca para poder volver en caso de que la situación nos obligue a hacerlo.

Durante nuestros primeros días visitaremos la provincia de Ourense y nos alojaremos en el camping Canon do Sil, un pequeño camping ubicado en el concello de Parada de Sil en una paraje privilegiado con una vista aérea impresionante sobre el río. La dueña nos ha proporcionado la parcela con más sombra de todo el recinto y, según ella, la mejor de todo el camping. Creo que no se equivoca.

Por su ubicación geográfica, el día en Galicia empieza un poco más tarde pero los atardeceres también tiene lugar a altas horas de la noche. Durante el mes de julio, a las diez de la noche aún hay claridad, así que no madrugamos tanto por la mañana pero la tarde se nos hace eternamente larga.

Las gargantas de Sil son la frontera natural entre Ourense y Lugo. Ambas orillas son famosas por ser una región vitícola que produce vinos divinos pero a costa de un duro y arduo trabajo ya que las viñas se cultivan en las escarpadas laderas del río a modo de estrechas terrazas. Se la conoce como Rivera Sacra

La región se puede visitar de varias maneras: a pie por las senderos que discurren paralelos a la orilla, en coche parando en algunos de las decenas de miradores que salpican las laderas, en bici para los más valientes y en los barcos turísticos que  navegan por las aguas del Sil. Para nuestro primer día elegimos hacerlo a pie. El sendero PR-G 98 discurre por caminos de carros y sendas entre cuidadas viñas, centenarios castaños y antiguos robles. Tiene un total de 18 kilómetros en forma de ocho, pero es posible hacer solo uno de los aros del ocho para acortarlo ligeramente y dejarlo en unos 13 kilómetros (aproximadamente). La entrada al sendero está a pocos metros del camping donde se encuentran los dos primeros miradores sobre el río, el A Mirada Máxica y el de Cividá. Tras un descenso se llega hasta el monasterio de Santa Cristina de Ribas de Sil, una joya del románico rural gallego. Seguimos la senda que bordea el río a través de un bosque autóctono hasta la aldea de Portela donde una fuente natural de agua helada nos alivia la calor. Desde esta aldea el camino se abre para dirigirse hacia algunos de los miradores sobre el río, para ir al de Fontiñas hay que desplazarse un poco, pero vale la pena porque es un mirador natural sobre unas rocas vertiginosamente colocadas. El mirador de los Balcones de Madrid está más concurrido porque hasta él se puede llegar en coche fácilmente y es un buen lugar para hacer un picnic en alguna de las mesas habilitadas para ello. Desde aquí hay dos opciones para ir hasta Parada de Sil, la carretera principal (recomendable) y un atajo que indica “Parada 800 m.” antes de la subida hasta el campo de fútbol del mirador. Este atajo es un sendero lleno de maleza y donde es muy fácil perderse, a nosotros nos pasó, por suerte encontramos pronto el camino y el susto no fue a mayores. Ya en Parada de Sil hay varios restaurantes y bares para tomarse una Estrella Galicia antes de seguir con el último tramo hasta la aldea de Castro, donde se encuentra el camping.

Llegamos exhaustos. Las altas temperaturas no nos lo han puesto fácil, pero hemos aguantado como campeones. Aún nos queda toda la tarde por delante, una ducha y un descanso nos revitalizan para seguir un poco más, eso sí, con la calma y esta vez sí, en coche. Ruta de miradores por la carretera OU-0508 hacia Ourense, de entre todos los que hay elegimos parar en el de Cabezoás y el de Columna para verlos sin tener que andar demasiado tirando a nada. Llegamos hasta el embarcadoiro de Santo Estevo desde donde salen los barcos turísticos que recorren el río, alquilan kayacs y donde puedes darte un baño en alguna de sus playas fluviales cercanas.

Acabamos el día con una cena en el restaurante del camping donde se ofrece una carta de raciones sin demasiadas florituras pero con producto local, fresco y de calidad a precios más que razonables. Recomendable la ensalada Riveira con lechuga de la zona, castañas en almíbar, naranja y uva local y un queso de leche de cabra crudo muy típico de la región. Seguimos con unas suaves croquetas de lacón con grelos y un mixto de churrasco de ternera y cerdo a la brasa. ¡Si estáis por la zona no os lo podéis perder!

Lunes 20 junio 2020

Amanecemos con una niebla espesa que promete levantarse a media mañana.

Por serpenteantes y estrechas carreteras llegamos a Ourense una pequeña ciudad sin demasiados atractivos pero con encanto y una buena gastronomía. Uno de sus principales reclamos son sus piscinas termales públicas y privadas, pero este año debido al Covid19 permanecen cerradas o con muchas restricciones. El resto de la ciudad: un tranquilo casco viejo, una catedral, una plaza mayor con porticones y un mercado de abastos con mucho encanto y productos locales. 

Los bares de tapas y vinos están en torno a la catedral y son excelentes para matar el hambre a cualquier hora. Casa do Pulpo suele estar frecuentado por clientela local, la especialidad, como no podría ser de otra manera, es el pulpo a feira pero también tiene buenas tapas de solomillo y una deliciosa tortilla de patata.

La tarde la dedicamos a la zona del río Mao, uno de los afluentes del Sil, que cuenta con zonas de baño, desfiladeros y su desembocadura en un entorno rural lleno de viñedos.  A poca distancia de Pradomao, en el embalse cercano, hay una playa fluvial ideal para darse un baño cuando las temperaturas aprietan. Hay, también, un área recreativa con mesas de picnic. Pero lo mas destacable de esta zona son las pasarelas de madera que siguen el curso del río desde la Fábrica de Luz, una antigua central hidroeléctrica convertida en albergue. A unos ochocientos metros del comienzo hay un mirador sobre un saliente rocoso desde el que se puede observar el cañón del río. A partir de aquí la pasarela inicia un descenso en dirección a las orillas del Mao (¡cuidado que luego hay que volver a subir!). A la altura del puente que cruza el río finaliza el trazado de madera y sigue una pista paralela al Mao a lo largo de cuatrocientos metros hasta llegar a la pequeña aldea de Barxacova estrechándose el camino los últimos cien metros. Desde los viñedos de la aldea se obtienen unas preciosas vistas de la unión de los ríos Mao y Sil enmarcada en viñas de un verde intenso. La ruta principal (PR-G 177) es circular y mide unos dieciséis kilómetros, pero es posible hacer solo este tramo si no tenemos tiempo para hacerlo entero.