Outlander

Publicado el 10 octubre 2014 por Lya
Este es un blog fino y formal y servidora una dama, así que para hablaros de la última serie que he tenido a bien ver, estoy respirando hondo, alineando los chacras y tomándome una tilita.
Soy un junco, soy un junco...
Que diréis, qué exagerada. Ya. Eso lo decía servidora también cuando empezó a leer por tuiter los comentarios -digamos que muy emocionados- al respecto de la susodicha serie. No será para tanto. O sí, pero para mí no va a ser porque yo, en fin, ya, a estas alturas, con lo que una ya, pues eso. Que no. 
Y luego estaba que a los gurús seriéfilos a los sigo y venero la serie ni fu ni fa. Y que la emitía Starz, que es esa cadena loca que el año pasado destrozó -con la connivencia de la BBC- la Guerra de las Rosas a través de esa m***** llamada The White Queen. 
Total, que por estas y aquellas y entre dimes y diretes, casi me dejo escapar a Outlander, que así se llama el asunto. 
Conste también, en mi defensa, que tras el primer capítulo yo seguí con el morro retorcido, envuelta en mi dignidad y con las hormonas en su sitio. Pero llegó el segundo y me debió pillar con la guardia baja, así recién llegada de currar, con el hastío existencial de ser española, hasta el moño de todo, asqueada y con necesidad de evadirme y... tachán. Me evadí. Ya lo creo que sí. 
Que me queda un capítulo para terminar la primera temporada. Que la segunda no empieza hasta abril. Y que mi vida no tiene sentido ya. 
Soy un junco, soy un junco...
¿Vosotros sabéis lo que es la 'escocesitis'? ¿No? Pues dícese del trastorno mental transitorio (o no) que lleva a féminas (y algunos varones) de todo el mundo a Escocia, a buscar piedras rollo Stonehenge pero allí, y a abrazarse a ellas muy fuerte. Las autoridades escocesas cuentan por centenares las personas a las que han descubierto al borde del momento Frigodedo, o sea, congeladas como pimientos del piquillo rellenos, a los pies de las antedichas piedras. 
¿Que no me creéis? ¿Que no?
Vosotros es que no sabéis lo que se encuentra aquel que consigue viajar a través de esas piedras, claro. Aún sois inmunes al efecto Jamie Fraser. Angelicos míos. 

Que, a lo mejor, todos habíais leído ya las novelas de Diana Gabaldón en las que se basa la serie y no os estoy contando nada nuevo. Pero si como yo, no teníais ni idea del asunto (no tengo perdón), ahí tenéis a Jamie, y si seguís haciéndome caso después de conocer al muchacho, os cuento que la serie va básicamente de lo que veis en la foto. Muchachote escocés conoce a muchacha inglesa, y como diría mi abuela, "se hablan". Viaje en el tiempo mediante, eso sí. De ahí lo de las piedras. 
En fin, y ahora ya más en serio, he de decir que pese a que, como veis, Outlander ha llegado a nuestras vidas para jugar un partido de ping-pong con nuestras hormonas, se deja ver y bastante. No es un bluf, para nada, como si lo era esa serie que os decía antes, The White Queen. Outlander es una buena serie, bien ambientada (a excepción del casting de pelucas, que es un poco cutre) e interpretada, con buenos momentos, buenas conversaciones, buenos diálogos y buenos actores. Y se basa en un momento de la historia de Escocia realmente apasionante. 
Y además tiene una canción de apertura que es una ma-ra-vi-lla:

Basada en un poema de Robert Louis Stevenson, sobre música tradicional escocesa. Amor del bueno. Toootal, que viva Escocia, leches. Y que si algún día desaparezco, ya sabéis donde buscarme.