Fiel a su trayectoria, Kirby Dick muestra en Outrage la hipocresía del sistema político recordando algunos de los casos que han salido a la luz pública de destacados representantes conservadores que han llevado una (más o menos demostrada) doble vida sexual. Por una parte, modélicos padres de familia; por otro lado, chupapollas en bares de alterne. La labor de algunos periodistas que a través de sus blogs han sacado a la luz esta doble moral se pone sobre la mesa para reflexionar sobre la justificación de este tipo de "outing". La opinión del director es todo menos neutral; y así debe ser, por otro lado.
Al margen de esta reflexión sobre lo ético que resulta sacar a otros del armario, el documental (de indudable acierto estético, en ese modelo de calidad que el género nos tiene acostumbrados en Estados Unidos), tiene el valor de poner sobre la mesa la realidad de esta hipocresía. Por supuesto que a nadie le importaría que un político o quien sea llevara una doble vida. El problema surge cuando esta doble moral está cubierta por una responsabilidad legislativa que niega a los de su misma condición sus derechos y libertades. Hay una referencia en el documental a la personalidad psicológica de aquellos que, ocultando su homosexualidad, son al mismo tiempo los más radicales enemigos de la comunidad gay. Como si para ellos resultaran amenazadores aquellos que, al contrario que ellos, viven su homosexualidad de forma sana y transparente; como si incubaran odio hacia quienes no tienen que actuar delante de todo el mundo para ser quienes no son.
Reconozco que el documental de Kirby Dick (no sé si era su intención) me ha provocado rabia. Pensar que muchos de los nombres que aparecen en la película, conservadores de tendencia plumífera ocultos en su caparazón matrimonial, contribuyeron a detener leyes que otorgaban derechos fundamentales o a ralentizar el desarrollo de investigaciones en torno al VIH (y aún lo siguen haciendo), me resulta repugnante. Lástima que en España no seamos capaces de hacer documentales como éste.