La gente hambrientahace malas compras. Desesperadamente hambrienta de amor y aprobación, y familiarizada con el rechazo aunque nunca lo identificaracomo tal, Jill estaba destinada a encontrar a Paul.
Así mismo funciona el amor. Uno no puede buscar el amor. ¿Han escuchado eso de que las cosas llegan solas, sin que uno las pida? Es verdad, pero es de esas verdades que suceden sin que uno se lo espere.
Cuando uno se pone en pos de buscar a ese hombre inolvidable, que te ame, que te quiera, que te respete, que te valide, que te "todo", entonces estás buscando aquello que te falta, aquello que quizás no obtuviste en tu familia, en la relación con tu padre, con tu madre, con tus hermanos. No es cierto eso de buscar la media naranja. Al menos yo, quiero una naranja completa que quiera hacer un zumo exquisito conmigo para cada día. No quiero alguien que me complete, quiero sentirme completa para ese alguien, quiero ser un aporte en su vida, quiero ser testigo de su crecimiento personal y que esté junto a mí.
Muchas veces hacemos cosas porque caemos en la desesperación del "pasto del vecino". Entonces, como todas están casadas, buscamos un novio. Como todas tienen hijos, buscamos el padre de nuestro hijo. Como todas tienen casa propia, buscamos al que nos ayude a tener esa casa propia. Y así, vamos buscando en los otros, lo que no somos capaces de brindarnos nosotras mismas. Buscamos la media naranja.