Tristezas de un exiliado.
Edición bilingüe de Antonio Ramírez de Verger.
Cátedra Letras Universales. Madrid, 2020
"Perdiderint cum me duo crimina, carmen et error" escribió Ovidio en una de las Tristia que compuso en su destierro en Tomis, la actual Constanza, en la costa del Mar Negro, el Ponto Euxino.
Es un lugar destemplado, lluvioso y de días grises en la costa del Mar hospitalario, que eso es lo que significa en griego Ponto Euxino. Pero aquel no fue un mar acogedor para el poeta al que perdieron un poema -el Ars amatoria- y un error, el desconocido desvarío que fue la segunda y misteriosa causa que provocó la ira de Augusto, sobre la que se han aventurado hasta diez razones, entre la conducta inmoral y la conjura política.
Desterrado de por vida, allí murió Ovidio tras nueve años de aislamiento, frío y oscuridad entre semibárbaros en los límites del Imperio. Nueve años propicios a la poesía elegiaca de las Tristia y las Pónticas, con repetidas peticiones de indulto y con la conciencia de sufrir una injusticia, porque "a nadie se le asignó nunca un lugar más alejado ni más horrible."
Cátedra Letras Universales recoge esa obra elegiaca del poeta vitalista y desterrado en una edición bilingüe con el título Tristezas de un desterrado, preparada por Antonio Ramírez de Verger, que escribe en el prólogo:
"Ovidio, relegado en un país lejano e inhóspito, encontró consuelo en su pluma ( Tristia y Epistulae ex Ponto) para desahogarse de su penosa situación y mantener un hilo de comunicación con su esposa y sus amigos. Era lo único que le quedaba.
El exilio supuso un trauma para Ovidio, pues se le presentaba una vida en una ciudad, Tomis, muy diferente a la civilizada Roma, y rodeada de pueblos bárbaros en medio de un clima duro. La desesperación de nuestro poeta se muestra reiteradamente en sus poemas del exilio y en ellos se refleja su experiencia personal, algo único en la poesía latina."
En las Tristia y las Pónticas Ovidio funde la forma epistolar y el carácter elegíaco y autobiográfico en el lamento de las pérdida, la petición de ayuda y la súplica de perdón al Emperador.
En las cincuenta Tristia, escritas durante los cuatro primeros años del destierro, conviven la evocación del viaje en barco desde Brindisi y las tempestades en medio del Adriático, el recuerdo de su esposa Fabia y de sus amigos, la apología de su obra poética ante Augusto, a quien suplica clemencia, la nostalgia de su vida en Roma y la elegía autobiográfica.
Las últimas elegías enlazan claramente con el tono más pesimista y resignado de las cuarenta y seis Pónticas, escritas en los cuatro años siguientes y dirigidas a escritores, nobles y políticos con una actitud más desgarrada.
Habitual e injustamente subestimadas, estas elegías autobiográficas son una de las mejores representaciones de la poesía del dolor y del llanto. En conjunto, los casi siete mil versos de las dos colecciones elegiacas constituyen un diario del destierro.
A ese conjunto pertenece la elegía más famosa de Ovidio, la Autobiografía que cierra el libro IV de las Pónticas, una apología pro vita sua que incorpora al final esta orgullosa alabanza de la poesía:
Por tanto, el hecho de vivir y resistir a duros sufrimientos
y que no se apodere de mí el tedio de una angustiada luz,
te lo debo, Musa, a ti, pues ofreces consuelo,
tú vienes como descanso a mis preocupaciones, como un bálsamo.
Tú eres mi guía y compañera, tú me llevas lejos del Histro
y me das un lugar en medio del Helicón;
tú, lo que es raro, me diste en vida un nombre sublime,
el que la fama suele dar después de las exequias.
Y la Envidia, que maltrata a los vivos, no mordió
con su inicuo diente ninguna obra de las mías.
En efecto, aunque nuestra época haya traído grandes poetas,
la fama no fue maligna con mi talento,
y, aunque yo anteponga a muchos a mí, no se dice
que sea menor a ellos y se me lee muchísimo en el mundo.