‘Ownership’ y proactividad, imprescindibles para la efectividad

Por Jeroensangers @JeroenSangers

Ya sabes que la efectividad es una competencia transversal clave para lograr resultados. Es una competencia porque se trata de un conjunto de comportamientos observables que cualquier persona puede aprender y aplicar. Es transversal porque es necesaria para cualquier profesional del conocimiento, se dedique a la actividad que se dedique.

Ahora bien, los comportamientos expresan actitudes, que son predisposiciones a actuar de determinada manera ante situaciones concretas.

Las actitudes son muy importantes, porque permiten predecir conductas, es decir, comportamientos.

En las últimas Jornadas OPTIMA LAB dedicamos buena parte de nuestro tiempo a reflexionar sobre dos actitudes sin las cuales, al igual que sucede cuando falta el propósito, la efectividad es prácticamente imposible. Me refiero a la proactividad y el ownership.

La proactividad se refiere a la actitud anticipatoria, previsora, orientada al cambio y a la acción​. Implica actuar antes de que una situación futura ocurra, en lugar de limitarse a reaccionar ante ella.

Conlleva asumir el control sobre la situación y hacer que las cosas sucedan, en lugar de simplemente adaptarse a las circunstancias, o esperar a que suceda algo.

Una persona proactiva no necesita que se le pida que actúe, ni requiere instrucciones detalladas. Tampoco se detiene ante un problema, sino que analiza posibles soluciones, elige una y la propone, es decir, es parte de la solución, no solo del problema.

El término es una abreviación de " sense of ownership" y proviene de un concepto llamado "psychological ownership", el cual significa que podemos sentir que "poseemos" algo aunque no se trate de un objeto físico.

Aplicado a un trabajo, significa que la persona asume la responsabilidad sobre la consecución del resultado. Expresar ownership es lo opuesto a "pasar la pelota" a otras personas o a inventar excusas para justificar por qué no se está haciendo todo lo necesario, durante el tiempo que sea necesario, para lograr el resultado.

Aplicado a un resultado delegado, una persona con esta actitud permite que quién delega tenga en ella confianza total.

Reconozco mi fascinación por ambas actitudes. Durante mi trayectoria profesional en diversas organizaciones punteras en sus respectivos campos, y particularmente durante mi etapa en Recursos Humanos, tomé conciencia de la enorme escasez que existe en las organizaciones de estas dos cualidades.

Poder trabajar con personas proactivas y con ownership es lo más parecido a que te toque la lotería en el aspecto profesional. Es garantía de excelentes resultados, aprendizaje constante y un inmejorable ambiente laboral. Confiar plenamente en las personas con las que trabajas no tiene precio.

Lamentablemente, el sistema educativo primero, y las (in)culturas organizativas después, hacen un concienzudo trabajo de destrucción de estas dos actitudes desde que somos niños, primero, y en los comienzos de nuestras carreras profesionales, después.

En lugar de fomentar la iniciativa, la asunción de riesgos, el sentido crítico o la resiliencia ante los fracasos, anulan esas actitudes y fomentan la conformidad, la pasividad, el conformismo y la falta de criterio.

Se entrena a la gente a hacer sin pensar, en lugar de educarla a pensar antes de hacer.

Las metodologías para el desarrollo de la efectividad personal como competencia enseñan estrategias concretas y técnicas sencillas, pero no pueden inculcar aptitudes, porque la actitud "sale de dentro". Una persona puede conocer e incluso aplicar bien estas metodologías y a pesar de ello ser poco o nada efectiva.

Eso es así porque la efectividad se mide en función de los resultados que se consiguen y de los propósitos que se satisfacen. Es un criterio cualitativo. Si se logran los resultados y se cumple el propósito, se aporta valor. En caso contrario, se pierde el tiempo.

Por eso, antes de obsesionarte con dominar una metodología de efectividad personal, deberías responderte con sinceridad a un par de preguntas.

La primera es ¿ soy una persona proactiva?

Para responderla, evalúa en qué medida piensas antes de hacer; si te paras a prever y a anticipar necesidades, riesgos, oportunidades o problemas futuros o te pones directamente a hacer sin más; si te aseguras de haber entendido qué tienes que hacer o si por contrario lo supones; si preguntas "¿qué más puedo hacer?" o esperas a que te digan; si cuando encuentras un problema te paras, o se lo pasas a otro, o por el contrario buscas alternativas y planteas soluciones.

La segunda es ¿ soy una persona con sentido del ownership?

Para responderla, evalúa hasta qué punto asumes como propios los resultados que te piden otros, sea un cliente, un proveedor, tu jefa o una amiga; si intentas "pasar el muerto" a otras personas o te responsabilizas por completo del tema; si ante tus errores tu foco se centra en encontrar soluciones o en buscar excusas; si tu compromiso cuando te encargas de algo es total e ilimitado o te limitas a "hacer lo que te han dicho"; si la gente que te pide algo tiene confianza absoluta en que el resultado será el esperado en plazo y calidad o si cruzan los dedos y esperan con poca fe.

Si has respondido afirmativamente a ambas preguntas, enhorabuena. Eres un ejemplo de profesional de alto valor. Tus clientes y proveedores confían en ti y te respetan; tus superiores te valoran y no quieren perderte de ninguna manera; y tus compañeros y amigos saben que pueden confiar en ti sin restricciones.

En caso contrario, está muy bien que te plantees aprender alguna metodología de efectividad personal, pero mi consejo es que, si realmente quieres sacarle partido, antes dediques el tiempo necesario a cambiar tus actitudes.

En la práctica, una persona reactiva y carente de sentido de ownership difícilmente superará la mediocridad. Y aunque aprender una metodología de efectividad personal supondrá sin duda una mejora importante, siempre será una mejora limitada, porque el ownership y la proactividad son imprescindibles para la auténtica efectividad.