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Pablo Iglesias mintió y hay dos hechos que lo demuestran.
Uno. Ninguno de los operadores de telefonía e internet que dan cobertura al área donde vive el vicepresidente han reportado avería alguna, ni de voz ni de datos, en ninguno de los repetidores o acometidas de cable del lugar.
Dos. El vicepresidente Iglesias, como político, como comunista, y como falsario contumaz, estará acostumbrado a tomarle el pelo a la ciudadanía con el propio convencimiento de que diga lo que diga y haga lo que haga, siempre habrá unos cuantos que le crean como los griegos creían al Oráculo de Delfos. Pero la realidad, cuando hablamos de la seguridad de un estado, es mucho más compleja de la que imaginan un común de ciudadanos lanares que se conforman con lo que les cuente cualquiera de los políticos que les chulea.
En países como España, Francia, Italia, Reino Unido, Estados Unidos, Rusia, etc., las contingencias de comunicaciones necesarias y estratégicas están contempladas y planificadas casi a la perfección. Un presidente de gobierno, un vicepresidente, un ministro de interior, de defensa, de sanidad, un militar de alta graduación que tenga responsabilidades especiales en el estado mayor, en los servicios de información, inteligencia, contrainteligencia, un máximo responsable de un cuerpo policial o de estamentos como aviación civil y actividad portuaria… y hasta personas fuera de la política y de la autoridad pero consideradas como de “interés estratégico por su actividad económica y empresarial, disponen de sistemas de comunicaciones, gestionados por dichos estados, y que no caen cuando sí lo hace la telefonía y las redes de datos por las que corre internet.
Parte del equipamiento habitual que acompaña a un presidente y que está disponible en los hogares y medios de transporte de ciertos vicepresidentes y personajes como los antes citados es un kit de comunicaciones autónomo que asegura en todo momento que el interesado dispondrá de teléfono y red, ya sea por satélite o aprovechando las redes de repetidores de los diferentes proveedores de servicios que se hallen en las proximidades. Incluso en alguna ocasión de necesidad, esas redes han sido intervenidas sin el conocimiento de los operadores propietarios. Estos kits, cuyas prestaciones son de muy alto rendimiento y autonomía, al menos en el caso de los estados español, italiano y francés, son proveídos por una compañía extranjera de capital norteamericano e israelí que ha colaborado con su tecnología en la cobertura de diferentes misiones de agentes y equipos especiales de estos tres países en territorios extranjeros.
Por razones obvias, al igual que las comunicaciones particulares de un presidente y sus vicepresidentes están completamente monitorizadas durante su mandato y durante mucho tiempo después, todos ellos disponen de este tipo de kits, además de teléfonos móviles especialmente protegidos y encriptados.
Pablo Iglesias sí disponía de comunicaciones en su casa el sábado 14 de marzo. Tanto la red de los operadores habituales que prestan servicio de voz y datos al vecindario de Galapagar, donde vive este contumaz mentiroso reconvertido de comunista lastimero a casta de auto ministerial, como el kit oficial de comunicaciones para personalidades, estaban ambos operativos. Pero Pablo Iglesias asistió al consejo extraordinario de ministros porque Presidencia de Gobierno, por orden de ese Presidente Sánchez que no podría dormir tranquilo si gobernaba en pacto con Podemos, se negó a facilitar al líder comunista acceso por videoconferencia a la reunión. Y Pablo Iglesias no podía permitirse no asistir porque sabe perfectamente que esta tremenda crisis del coronavirus le ofrece alguna posibilidad de dar un golpe definitivo al equipo de gobierno socialista con el fin de conseguir mayor influencia. No es casual que, tras finalizar el consejo de ministros, Iglesias haya vuelto a desaparecer, consciente del desgaste que los socialistas están soportando por su propia ineptitud para anticipar y gestionar esta crisis. Él y su amante tienen sus propios problemas en casa con el coronavirus. Pero que nadie dude que Podemos está al acecho y que, hoy por hoy, es el mayor enemigo político de su socio socialista en el gobierno de la nación. Una vez más Pablo Iglesias ha mentido a los españoles. En esta ocasión poniendo en riesgo la salud de otros. Lo que le importa es el poder como medio para conseguir su objetivo: el poder necesario para facilitar un golpe comunista en España.
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