Si hay una competición en nuestro país que cada año nos depara grandes sorpresas y nos muestra que hay más fútbol después de los equipos de Primera División, esta es la Copa del Rey. Un torneo que, pese a estar devaluándose más y más con el paso de los años, nos sumerge en un torbellino de sensaciones y nos brinda imágenes que permanecen en nuestra retina por muchos años.
Este año una de las grandes sorpresas la ha dado el Mirandés, un equipo que milita en la Segunda División “B”, que ha conseguido eliminar a dos conjuntos de primera como el Villarreal y el Racing de Santander. Aunque quizás uno de los descubrimientos del año sea su jugador de mayor talento, Pablo Infante. Un futbolista modesto que con su actuación ha hecho tambalearse los pilares del fútbol de élite y que debe servir como ejemplo para muchos de los que viven de este deporte.
Así, no solo ha dejado boquiabierto a todo aficionado al fútbol por la exquisitez de su pierna derecha, por su enorme capacidad de asociación y por la visión del tiempo y el espacio que posee dentro del terreno de juego, sino que toda su técnica individual la ha puesto al servicio del equipo para llevarlos de la mano y comandar la eliminación de dos “peces gordos”. Y todo ello teniendo en cuenta que la vuelta de ambas eliminatorias se disputaba en el Madrigal y en el Sardinero, con la dificultad añadida que ello suponía para la gesta.
Pero más allá de las gestas y las jugadas para la galería, Pablo Infante ha demostrado que el compromiso de un futbolista es lo máximo que éste puede ofrecer a su equipo. Tanto como deportista como persona. De este modo, me abruma ver como el hombre cuenta con toda la naturalidad del mundo que la mañana del día del partido de vuelta en el Sardinero acudió a su puesto habitual de trabajo para realizar su jornada hasta las 3 de la tarde, momento en que aprovechó para ir a casa para comer y después, sobre las 4 y media, emprender el viaje hacia Santander en el coche de unos amigos para disputar el encuentro pocas horas después.
Y no solo eso, sino que después de haber sido una vez más la figura de la eliminatoria y haber puesto algo más que un granito de arena para que el Mirandés siguiera haciendo historia, escuché que por la noche lo entrevistaban y contaba que estaba en el mismo coche que horas antes le había llevado hacia el estadio volviendo a su casa para, al día siguiente, acudir a su puesto de trabajo. Una acción que le honra y que le encumbra como deportista “de primera”.
Con todo, han bastado cuatro encuentros para que un modesto pero tremendo jugador del Mirandés nos muestre que el fútbol de élite vive mucho de espejismos y de intereses de representantes y demás, ya que hay muchos jugadores que han costado cantidades grotescas de dinero todavía están por tocar una pelota con la calidad de Pablo Infante.
Por no hablar de las largas concentraciones y demás. Un aspecto que ya empezó a derogar Pep Guardiola viajando el mismo día en muchos partidos con el Fútbol Club Barcelona y que Pablo Infante ha demostrado una vez más. Si los jugadores son profesionales y saben lo que deben o no deben hacer, no hace falta encerrarlos en una habitación de hotel 36 horas antes de un partido. El “calvito” del Mirandés llegó, vio y venció. Sin duda, una oda al fútbol.
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