Año: 2017
Editorial: Témenos
Género: Libro de relatos (narrativa)
El miedo como motor universal
¡Última reseña del año! Es un tópico, pero parece que empezamos ayer este 2017 que se ha pasado rápido, y que sin embargo ha estado cargado de grandes acontecimientos literarios. Por cierto, antes de que se me olvide, con La sabiduría de quebrar huesos, de Pablo Matilla, el libro que traigo hoy, son 150 los títulos leídos en este año por los miembros de la web, consiguiendo in extremis superar el reto lector que nos pusimos en Goodreads el pasado enero. Vista la dificultad de completar esta cantidad de libros en 365 días, para 2018 mantendremos el mismo número, no nos pasemos de exigentes.
Vamos ya con este La sabiduría de quebrar huesos, libro de relatos que, tal y como su propio autor cuenta en su página personal, están basados en el miedo, así en general y en sus más variados casos. El miedo, ese motor universal que se esconde en las profundidades de la gran mayoría de las motivaciones humanas. Quién sabe si en todas. Pues esas son las aguas de las que bebe el autor en este libro. Los quince relatos de esta colección son oscuros, parecen lubricados en aceite de motor, brillante y suave, pero también sucio y pegajoso. Como no podía ser de otra forma, los miedos y los sueños se dan la mano en estos cuentos, dándole siempre al ambiente que envuelve a cada uno su propia capa de irrealidad, de naturaleza alterada, de cambio imposible. ¿No son estos acaso muchos de los ingredientes favoritos del miedo? Estos detalles, además, acercan de una forma sutil e ingeniosa al realismo mágico, aunque solo sea como una especie de reflejo.
Antes de seguir, debo advertir que, aunque esté haciendo especial hincapié en la idea del miedo -prometo que ya paro en este párrafo-, La sabiduría de quebrar huesos no es una obra de terror en ningún caso. Es cierto que, una vez conociendo los temores que azotan a los protagonistas -siempre es uno distinto por relato-, es fácil que el miedo traspase las páginas y llegue filtrado al lector. Pero esto se debe a la pericia del autor, a su maestría a la hora de narrar, de conducir las historias por los caminos que más le interesan. De verdad, que nadie espere encontrarse aquí con Stephen King que no es el caso.
Recuerdo el blanco y negro de la imagen y el silencio. Los ollares de los caballos exhalando vapor, los músculos tensos, el pelaje oscuro brillando al sol del invierno, las crines despeinadas, las encías oscuras, las orejas afiladas por el viento, las cabezas de los animales cambiando frenéticamente en la pantalla, el pavor de que aquellos caballos me vinieran encima, el ingenio bárbaro del cinematógrafo. Aquellas bestias están muertas ahora, como mis propios caballos, pero en algún lugar perduran en la memoria de un pedazo de celuloide, esperan que una proyección los ponga de nuevo a piafar silenciosamente. Todos estamos muertos desde el principio, como ellos, mis queridos amigos. Ningún hombre es importante.
Lo más destacado
Es una gozada cuando los libros de relatos de un mismo autor no son un batiburrillo de relatos que este ha ido escribiendo a lo largo de los años y que, un buen día, porque así le pareció bien, se decidió a reunirlos y publicarlos. En La sabiduría de quebrar huesos nos encontramos con un libro serio, bien estructurado, donde hay una temática común y una coherencia interna que aglutina cada uno de los cortes y le da mayor sentido a la narración. Esto se nota, además, en que la calidad de los distintos textos es muy equilibrada. No obstante, ha habido algunos relatos que me han parecido especialmente dignos de mención. Son los siguientes.
En "Ruina" nos encontramos con los primeros exponentes de lo que después el lector reconocerá como la marca de la casa: el ritmo desacelerado pero imparable, el ir de lo concreto a lo abstracto, el fuerte carácter freudiano -los distintos significados que pueden extraerse-, las medidas digresiones. Todo en la historia de alguien que tiene el impulso de emular a su amiga forense y quiere saber qué se siente a sacar un ojo de la cuenca de un difunto.
"La sabiduría de quebrar huesos", corte que da nombre a toda la obra, es un texto con la peculiaridad de ir en busca de las emociones más básicas y retorcerlas hasta casi el límite del dolor. Todo ello con un estilo especialmente cuidado y un ritmo despiadado, como no podía ser de otra forma.
Hubo una turbación en el aire similar a un volar de palomas a punto de morir, al go inmaterial que se desvanecía, dientes rotos que aleteaban fuera del tugurio humeante de tabaco. Aquellos hombres que ahora le miraban con otros ojos de pronto le parecieron árboles: antiguos, pacientes, un bosque de sabios hombres de madera robusta, cuya savia era el vino.
La aracnofobia no podía faltar en una obra cuyo eje principal es el miedo. Así nos encontramos con "Una sola condición", un cuento bien construido y mejor narrado que lleva a un curioso final en un todavía más curioso mundo.
Con "Pequeña hereje" tengo sentimientos encontrados. Por una parte, su historia, tan conmovedora como incómoda e inquietante, me ha resultado la más redonda de todo el libro. Pero, por otro, no sé si quiero entender lo que ocurre en la relación entre los dos personajes principales. ¿Tengo la mente enferma o es un dilema que el autor quiere alimentar en el lector aposta?
Para finalizar, "El visitante de San Rafael", tal vez el relato más cortaciano del lote, y no solo porque aparezca la figura de Edgar Allan Poe. Destaca la enorme cantidad de referencias -buena parte de ellas literarias- que utiliza el autor para construir la trama. Una pequeña joya.
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Foto: Ashley Campbell