Grave inmovilidad del silencio. La raya el cacareo de un gallo. También la pisada de un hombre de labor. Pero continúa el silencio.
Luego, una mano distraída sobre mi pecho ha sentido el latido de mi corazón. No deja de ser sorprendente.
Y de nuevo -oh los antiguos días!- mis recuerdos, mis dolores, mis propósitos caminan agachados a crucificarse en los senderos del espacio y el tiempo.
Así se puede transitar con facilidad.