El dinero les llega de manos terroristas, de fundaciones, ONGs o agencias federales destinadas a imponer la voluntad de Washington en la Isla, que tercerizan los millones destinados cada año por la administración de turno en la Casa Blanca.
Hay que llamarles pacifistas tarifados que anhelan cumplir los designios de una potencia que supera a Cuba en geografía, en población, en PIB, en fuerza militar, etc. con su decadencia moral a la luz del día o en conspiraciones de alta tecnología.
De ahí la hipocresía de constantes llamados a protestas "pacíficas" por redes y medios creados y financiados para agredir a Cuba cuando se pretende mantener a Cuba en el candelero de campañas tan vastas que solo pueden ser obra de una entidad superior como la Fuerza de Tarea del Ejército de los Estados Unidos para la Internet de la Isla, entre otras.
Los pacifistas tarifados arguyen que las protestas que incitan no son violentas y se jactan de los miles que participarán en sus desfiles. Para llegar a esos números tienen que rellenar sus manifestantes con lumpens desclasados que llegan al vandalismo como sucedió el 11 de julio. Hablan de La Habana por numerosas calles y de Santa Clara donde aspiran a reunir a ¡16 mil complotados! Mentiras para satisfacer a los que pagan.
Mientras, millones de cubanos, de salubristas a colaboradores trabajan contra la pandemia de la Covid-19 en Cuba, el país se enfrenta al más cruel y prolongado bloqueo yanki contra la Isla, que incide en todos los ámbitos de la vida nacional, y se brega por producir alimentos y otros bienes en el contexto, los supuestos pacifistas se aprestan a otra nueva maniobra propagandística y de guerra no convencional. Los pacifistas tarifados conspiran con odio y agresividad.
Desde Miami aplauden, agitan las redes sociales, se desgañitan presentándose como pacifistas y no son capaces de condenar los desmanes ocasionados por los "pacíficos" del 11 de julio en Cuba, que formó parte de una página de ataques mediáticos y de guerra comunicacional nunca vista contra un pequeño país.
Los organizadores prevén una encerrona al gobierno revolucionario bajo el manto de pedir autorización y ser pacíficos. Los medios subvencionados por el negocio de la contrarrevolución en Estados Unidos hablan de miles de participantes, los mismos que no hallaron en la vida real y tuvieron que hacer fake news con las manifestaciones de cubanos apoyando a la Revolución.
Para completar la cuadratura del círculo, menciono a uno de "los pacifistas" entrenado para ser "agente de cambio" de la CIA y "Revueltas de Colores": Yunior Garcia Aguilera y su proyecto Archipiélago, que fueron parte de los talleres "Diálogos sobre Cuba" (en Madrid), dirigidos a examinar las vías para una transición (cursos básicos como "agentes de cambio"). Los de "Archipiélago" dicen que no recibieron entrenamiento, pero a qué se deben los viajes y cursos, y su relacionamiento y poses con los enemigos de la Revolución aunque aseguren que no son contrarrevolucionarios.
Si alguien duda de la oreja peluda de la agresión terrorista y de que Estados Unidos la apoya con la retórica más reciente de Joe Biden o Antony Blinken, pecará de ingenuo y eso es algo que no es atribuible a la Revolución cubana ni a quienes la defenderán hasta las últimas consecuencias.