Desde el supuesto fin de la dictadura, por allá por el año 1990 en Chile, una serie de eufemismos se han instalado para suavizar la alevosía de los crímenes cometidos por civiles y militares en contra del pueblo desarmado. Uno de esos términos y que se ha puesto tristemente de moda últimamente es lo que se conoce como: pacto de silencio.
¿Qué son los pactos de silencio?
Son acuerdos suscritos –bajo amenaza– en la esferas tanto civiles, militares como políticas, para no delatar a criminales o difundir cualquier tipo de información que pueda llevar al esclarecimiento de crímenes de estado acontecidos durante la dictadura, en este caso, la chilena.
El Estado como mafia
Bien sabido es el actuar de las dictaduras a nivel mundial, hacer y deshacer y no responsabilizarse por nada. Amparados por un poder judicial servil a sus intereses, estas mafias uniformadas y estatales, tanto en periodos de dictadura como después, se han encargado de establecer intrincados mecanismos para ocultar su barbarie, sin jamás olvidar, ni perdonar, a quien viole esos acuerdos secretos de confidencialidad conocidos como pactos de silencio. A todas luces, acuerdos siniestros que más se asemejan al actuar de una mafia que a la de un estado en democracia.
En Chile, esos acuerdos de confidencialidad, penosamente, no solo están extendidos en las fuerzas armadas, quienes fueron la macabra cara visible de la dictadura (1973-1990), sino que también se han extendido a personajes del mundo empresarial y político, hasta el día de hoy, 42 años después del golpe cívico-empresarial-militar que acabó con el gobierno popular de Salvador Allende.
Factor humano
Sin embargo, el factor humano -si es que algo de el queda en los criminales involucrados en ese periodo negro de la historia reciente chilena- no puede soslayarse, y pese que a estas redes cívico-político-militares parecieran selladas con fuego hasta el fin de los tiempos, siempre hay alguien que abrumado por la culpa, la búsqueda de redención o simplemente por el cansancio mental de saber algo y no poder contarlo por temor a represalias, busca liberarse y romper estos “pactos de silencio”.
Caso quemados
Este fue el caso de lo acontecido con el ex conscripto del ejercito Fernando Guzmán, quien tras 30 años de silencio, decidió decir ante la justicia quiénes eran los integrantes de la patrulla que quemó vivos a los jóvenes Carmen Gloria Quinta y Rodrigo Rojas de Negri, el 6 de julio de 1986, en Santiago de Chile. Caso, conocido comúnmente como, “Caso Quemados”, el cual terminó con la vida de Rodrigo y dejó con severas quemaduras a Carmen.
El testimonio del ex-conscripto no solo permitió que se dictaran órdenes de detención en contra de los demás implicados, sino que además, nuevamente remueve las telarañas de un cuarto lleno de huesos y almas que piden juicio y castigo en un país despojado de su memoria, dignidad y verdad por más de 42 años.
Los criminales, encubridores y cobardes
Fue en este contexto que, las palabras de la madre de Rodrigo Rojas, Verónica de Negri, refiriéndose al asesinato de su hijo y el silencio de la justicia y el poder ejecutivo ante el crimen, tildando de criminales a todos los ex-presidentes de Chile, desde 1990 hasta ahora, no solo sonaron duras para algunos, sino que sonaron ciertas y certeras, en un país lleno de eufemismos y mentiras, donde pactos de cobardes y criminales, han sido blanqueados y presentados como pactos de silencio.
Efectivamente, en Chile nos han gobernado presidentes y partidos políticos que han carecido de la valentía suficiente para demandar a las fuerzas armadas que revelen toda la verdad del destino de los detenidos y desaparecidos en dictadura. Es por ello que, ante esta cobardía del poder ejecutivo, por defecto, todos los presidentes a partir de 1990 son cómplices de la dictadura, le duela a quien a le duela.
Las declaraciones de Verónica dan directo en el corazón de aquellos que dicen que es hora de dar vuelta página y no seguir anclados en el pasado. Aquí no hay páginas que dar vuelta señores, mientras no se sepa toda la verdad; hay culpables por acción y otros por omisión, y todos deben pagar.
Es ante esta macabra realidad y falta de justicia que uno se pregunta: ¿Qué tipo de democracia se puede apreciar de tal cuando no ha sido capaz de castigar delitos flagrantes? ¿Qué tipo de democracia permite que sus presidentes acuerden pactos de cobardes con quienes masacraron a un pueblo, sí, ha ese mismo pueblo al que van y le piden votos elección tras elección? Una democracia que ha convivido con la mentira, el ocultamiento, el encubrimiento y el silencio, que me perdonen los más puristas de la democracia, pero no es tal, es una dictadura, y eso es lo que es Chile, una dictadura encubierta.
Pactos de cobardes
Los pactos de silencio, no son más que pactos de cobardes y criminales. Esa supuesta valentía exacerbada tantas veces por la literatura y el cine con respecto a los soldados, palidece ante la cobardía y cinismo de quienes visten uniforme y siguen dejando pasar los días sin decir la nada. El reciente caso de un nuevo personaje que rompe ese pacto de cobardes, solo abre más el apetito de quienes demandamos verdad, juicio y castigo.
El caso de los jóvenes Carmen y Rodrigo, es solo uno de tantos que se cometieron en dictadura y que hasta ahora no tenía responsables. Aún faltan muchos otros casos por resolver. ¿Tendremos que esperar a que otra alma en busca de redención deje la cobardía y denuncie lo que sabe? ¿Tendremos que esperar que otro personaje al borde de la muerte busque limpiarse antes de partir y evitar así un juicio eterno? Creo que sería más fácil que el presidente de turno, alguna vez en la vida piense en el pueblo y no el dinero. Que el presidente exija información a un ejército -supuestamente- subordinado al poder ejecutivo. Y piense en los desamparados y no, en los cálculos políticos.
Si un gobierno “democrático” como el chileno, no ha sido capaz de buscar justicia, y solo ha destilado cobardía a la hora de demandar verdad al ejercito los últimos 25 años, solo nos permite concluir una cosa, que quienes nos gobiernan no lo hacen desde el parlamento o casa de gobierno; aun nos gobiernan desde los cuarteles.
Es ante esto que no podemos esperar a que los cobardes abandonen sus madrigueras, no lo harán, el pueblo debe levantarse con valentía y hacer justicia, para que todas las muertes, torturas y desapariciones, no permanezcan por siempre en la impunidad, en nosotros está obtener respuestas y soluciones.
Por Pablo Mirlo