Interesante, ya digo. Sin embargo, hay algo que me ha atraído mucho más del ensayo de Pablo Muñoz (más conocido en la blogosfera como Alvy Singer): su parte autobiográfica. Precisamente la que puede dar lugar a más crítica y reproches (“¡qué tendrá que decir un jovenzuelo, por favor!”), pero en la que he encontrado algo que rompe todas las diferencias generacionales y las unifica: la pasión por los tebeos. Con todas las diferencias personales, familiares, generacionales y demás que se quieran enumerar, la descripción que hace el autor del descubrimiento de los tebeos, de cómo casi aprende a leer con ellos, de cómo centraban su vida y cómo los buscaba…es casi exactamente la que yo viví veintidós años antes. Él habla de Armaggedon 2001, la Muerte de Superman o Spiderman y la saga del clon y, después, del impacto de Preacher, Hellblazer o Miller. Yo viví primero los tebeos de Bruguera, Astérix o Novaro y, después, el impacto de las revistas de los 80, del 1984, TOTEM o CIMOC. Pero, en el fondo, esa pasión, esa curiosidad desatada, era la misma: la pasión por los tebeos. Una pasión que, además, nos contagió el placer de la cultura.
No creo que sea una simple coincidencia entre dos personas: creo que es lo que hemos vivido muchas, muchísimas personas que somos locos aficionados por los tebeos. Y me alegra ver que esa pasión no depende de las edades o de las lecturas, que el tebeo las provoca más allá de las diferencias de edad, de conocimientos o de lo que sea.
Es la gran maravilla de los tebeos.
Y ojito con los jóvenes. Que vienen con fuerza, saben y tienen ganas de demostrarlo. Démosles paso con confianza, que saben mucho más que nosotros. Nos irá mucho mejor. Y aprenderemos mucho, mal que nos pese a los abuelos.