Padres e hijos, un pacto entre generaciones

Por Juan Carlos Valda @grandespymes

La propiedad futura de la empresa es un tema que, de manera abierta o solapada, está en el pensamiento de todo empresario, ya que en algún momento no estará al frente.Esto puede ocurrir porque decide retirarse y traspasar el mando a la próxima generación, porque considera que es necesario que la empresa sea manejada por profesionales no familiares, o bien porque piensa en venderla. Incluso puede ocurrir que esté dispuesto a estar al frente el resto de su vida pero que, en definitiva, asuma que no es inmortal.

El proceso de preparación de los hijos no pasa por una carrera universitaria: la carrera puede ser muy valiosa, pero, en función de la empresa o el negocio, el gran desafío es que los contenidos de la preparación estén específicamente ligados con la práctica en la cual se quiere introducir a los jóvenes.

Pero no sólo es necesario preparar a los hijos para que trabajen en la empresa familiar. También es bueno que los hijos se preparen para administrar sabiamente el patrimonio acumulado con tanto esfuerzo, o incluso para estar fuera de la gestión de las empresas, desarrollando su propia vocación, pero sintiéndose parte de un proyecto que, quizás, comenzó una o dos generaciones atrás y ahora sea un gran legado.

El poder de dividir entre el trabajo operativo, las funciones de dirección en una empresa, y la pertenencia como miembro de una familia empresaria, es parte de un aprendizaje compartido entre padres e hijos, un verdadero "pacto entre generaciones", que permite forjar empresas más sólidas, con menos riesgo de conflictos, y con la posibilidad, para todos sus integrantes, de vivir mejor.

No obstante, sucede que para algunos padres resulta difícil reconocer el éxito del hijo en un área o a través de una metodología distinta. Es decir, cuando el hijo no es un continuador del padre sino que hace su propio camino y sigue sus propias ideas, generalmente es motivo de frustración y afecta el diálogo padre-hijo.

Sin embargo, gran parte de la consolidación y continuidad de la empresa radica, justamente, en la diferenciación. En tratar de evitar que los hijos se sientan clones de sus padres y que encuentren su propio destino y vocación, probablemente a través de una forma completamente distinta o antagónica a la de sus generaciones pasadas.

No se trata de replicar la historia del padre, sino empezar desde cero, tomando y considerando las mejores cualidades de su pionero, pero distanciándose, diferenciándose y mejorando aquellos aspectos en los que no concuerda y/o piensa que pueden hacerse de otra manera.

Son muchos los padres que sueñan con crear un clon de su persona. Es decir, que la/el hija/o que adquieran su legado, actúe, piense y reaccione al igual que lo harían ellos.

Pese a ello, esto no es posible ya que los clones no sólo no existen, sino que la empresa, rubro o sector en el que sea que se desempeñe, irá cambiando conforme al paso del tiempo, tal como lo hacen las condiciones del mundo que nos rodea. Por ello, repetir en el futuro los métodos que tuvieron éxito en el pasado puede ser el equivalente a un estrepitoso fracaso.

Este escenario que queda ante la sucesión de la empresa y/o profesión del padre es, en todas sus formas, una oportunidad para los descendientes, que pueden no sólo ocupar un lugar que ahora les pertenece sino presentar sus ideas, opiniones e incluso reinventarse, logrando una mejor versión. Como dijo José Ortega y Gasset: "Cada generación enfrenta un doble trabajo: recibir lo vivido, y dejar fluir su propia espontaneidad".

Fuente: http://www.telam.com.ar/notas/201706/192600-dia-del-padre-relaciones-leonardo-glikin.html