Padua, la ciudad del santo sin nombre, el café sin puertas y el prado sin hierba

Por El Mundo A La Vuelta @mundoalavuelta

Padua dista tan sólo 45 km de Venecia, el trayecto en tren fue tan corto que apenas nos dió tiempo a acomodarnos y en 15 minutos estábamos ya allí. La lluvia nos recibió en la estación y como ya estaba oscureciendo, tomamos el autobús nº 5 en la parada de enfrente, que nos dejó casi en la puerta del Hotel Maritan donde nos alojaríamos las dos noches siguientes.

Padua es conocida como la città del santo senza nome, del caffè senza porte e del prato senza erba. Lo de sin nombre lo comprendimos en nuestro primer recorrido nocturno por la ciudad al llegar a la plaza del santo, en clara alusión a San Francisco de Padua, cuya basílica se encuentra allí mismo. Pero esa noche no teníamos ganas de mucha caminata y hacía frío, así que compramos un par de kebab’s y regresamos al hotel.

A la mañana siguiente, sin prisa, salimos a recorrer la ciudad. El cansancio acumulado ya se va notando y cuando uno ha disfrutado en las últimas semanas de ciudades como Florencia, Praga o Budapest es complicado mantener la intensidad y la capacidad de asombro de los primeros días, pero que no se diga… ¡allá vamos!

Ya conocemos el nombre del santo pero ¿por qué un prado sin hierba? Y la respuesta llega en Prato della Valle, la plaza más grande de Italia y una de las de mayor tamaño de Europa, aunque en realidad ahora sí que hay hierba, en sus orígenes era un terreno pantanoso donde posteriores excavaciones revelaron un teatro romano, donde hoy en día se encuentra un pequeño canal bordeado por dos hileras de 78 estatuas de ilustres personajes, de la talla de Francesco Pisani, Galileo Galilei o Andrea Memmo, responsable de la reestructuración de la plaza en 1775.

Prato della Valle, con Santa Giustina al fondo y detrás, la Basílica de San Antonio

En la plaza, y de dimensiones acordes al tamaño de esta, se encuentra la Basílica de Santa Justina (Abbazia Santa Giustina) donde visitamos el sepulcro de Lucas evangelista y de otros tantos, incluida la santa que da nombre a la basílica. Para los que ansían un retiro monacal, es posible alojarse en la hospedería, respetando el silencio sepulcral de los monjes.

Lástima que encontramos la fachada de la Basílica de San Antonio cubierta de andamios, lo que le resta algo de esplendor, aún así el interior bien merece una visita, incluida la tumba del santo. En el exterior, se encuentra el monumento ecuestre a Gattamelata de Donatello, una de las primeras estatuas ecuestres del Renacimiento y de las más importantes. Desde este enlace puedes ver en directo la fachada de la Basílica, así si tienes planeado viajar a Padua no te llevarás sorpresas.

Nos acercamos también hasta el Jardín Botánico, Patrimonio de la Humanidad, aunque se encontraba cerrado y no pudimos visitarlo. Aprovechamos para buscar un geocaché por los alrededores y seguimos nuestro paseo por la ciudad, disfrutando de rincones que por sorpresa nos ofrecían pequeñas obras de arte o bonitos canales. Así fue como nos tropezamos con la facultad de derecho, donde visitamos un precioso patio con un alto relieve en mármol travertino dedicado a los estudiantes caídos en varias guerras y el monumento Resistenza e liberazione.

Café Pedrocchi

Llegamos al centro histórico, donde todavía lucen los adornos navideños y allí encontramos el famoso Café Pedrocchi, conocido como café sin puertas ya que a principios del siglo XX permanecía abierto las 24 horas del día. Y con esto cerramos el círculo: el café, el prado y el santo… ¿o no? porque en realidad hay mucho más que esto y a nosotros nos sorprendió, entre otras cosas, el arte urbano de Kenny Random.

Paseamos por el centro histórico y llegamos al Palazzo della Ragione, que separa dos plazas comerciales: Piazza delle erbe y Piazza dei Frutti. Visitamos las galerías comerciales de alimentación que hay en la planta baja y también los mercadillos de la zona.

Visitamos también la sede del ayuntamiento, en Palazzo Moroni y caminamos por Piazza del Duomo y Piazza dei Signori, donde nos detenemos a observar el interesante reloj astronómico de la torre y el arco del triunfo. Desde aquí, regresamos a Prato della Valle para hacer algunas fotos nocturnas y de ahí al hotel para dar por finalizado el día.

A la mañana siguiente desayunamos en el hotel y después de dejar las maletas en consigna, salimos hacia la Chiesa degli Eremitani y la Capella degli Scrovegni, donde se encuentran los frescos de Giotto pero no los pudimos ver, ya que es necesario tener reserva previa que puede hacerse en su página web. Interesante la visita de Giotto sotto le stelle.

Llueve con más intensidad que el día anterior, aunque esto no nos detiene y nos acercamos hasta el mercado artesanal de navidad en Piazza Sartori y desde aquí, decidimos cruzar Ponte Molino. Tanto la puerta como el puente son de los mejores conservados, y se dice que desde su torre Galileo Galilei observaba los satélites de Júpiter.

da questa torre Galileo molta via de’ cieli svelò

Carlo Leoni (1812-1874)

Regresamos sobre nuestros pasos, no sin antes detenernos en el puente para observar las aguas del río Brenta, que junto al Bacchiglione son los dos ríos que atraviesan la ciudad. Fue en este punto donde, por casualidad, nos dimos cuenta de que un hombre nos venía siguiendo desde hacía tiempo. Pensamos que sería un turista haciendo el mismo recorrido que nosotros pero era demasiada casualidad, así que decidimos jugar al despiste con él y entramos en un par de sitios hasta que no le quedó más remedio que disimular y finalmente, le perdimos.

Ponte Molino sobre el río Brenta

Nuestra última parada sería en Piazza Petrarca donde visitamos la Basílica del Carmine. Otra obra de Kenny Ramdon se cruzó en nuestro camino y no pudimos evitar detenernos para sacar un par de fotos, pero ya era hora de regresar al hotel, recoger nuestras maletas y salir para la siguiente y penúltima etapa: Bolonia.