* * *
-Hoy también se niega a salir de la habitación- explicó Lidia, la hermana pequeña de Gala, a su madre.
-¿No le has recordado que hoy hay baile?
-Solo quiere estudiar francés.
-¿Pero si tiene a varios pretendientes esperándola? ¿Lo sabe?
-Debería saberlo, vienen casi todos los días a preguntar por ella.
-Se hace mayor...Debería pensar en su futuro...-se lamentó la madre de las muchachas, para quien una de sus máximas preocupaciones era que su hija Gala no parecía interesada en prometerse con alguno de los jóvenes que se acercaba a buscarla a casa.
-Creo que sigue pensando en ese poeta francés del sanatorio.-aclaró Lidia.
Antonina miró a su hija pequeña con la esperanza de que esta le aclarara algo más, pero Lidia levantó los hombros dándole a entender que ella tampoco lograba comprender lo que le pasaba a su hermana.
Y en verdad no la entendía casi ninguno de los miembros de su familia. Hacía ya semanas que Gala había regresado de Clavadel y desde entonces se mantenía casi todo el día encerrada en su habitación echándose una y otra vez las cartas del tarot. Escribiendo a Paul y leyendo todas las cartas que le llegaban de París, incluso parecía que acabaría por desgastar el papel de tanto tocarlas.