Katia se sentía abrumada por tantos sentimientos. Deseó poder encerrarse en sí misma y no sentir nada más que sus emociones, que ya eran bastantes. En momentos como ese era cuando más odiaba su "don". Ni siquiera podía expresar sus reconcomios por miedo a exponerse, pues no sabía si eran solo suyos. Tenía muchas ganas de abrazar a Will y transmitirñe su apoyo, pero se moría de vergüenza porque sus padres estaban presentes.
Ron miró a su hija, comprendiendo su estado. Sabía que estaba muy alterada por todo lo que ocurría. Se acercó a ella y la besó en la frente. Quería a su pequeña más que a nada en el mundo y no le gustaba verla sufrir.
-Te gusta, ¿verdad? - susurró al oído de Katia.
-¡Papá! - le regañó ella-. ¿Cómo puedes preguntarme eso en este momento?
-Veo como le miras, Kat. Nunca te había visto mirar a nadie así.
-¿Y eso es malo?
-Al contrario. Will es un buen chico. Y algo me dice que el sentimiento es mutuo.
-Sufre mucho, papá. Se culpa por lo de su padre y piensa que podría haberlo evitado.
-Eso es una tontería -refunfuñó Ron.
-Yo lo sé, pero él no... -suspiró Katia.
-Bueno, pues esa es tu misión.
-¿Qué? - preguntó ella con una mueca.
-Debes hacerle entender que no fue su culpa, y que él no lo hubiese podido evitar. Y si de verdad te gusta, dile lo que puedes hacer. Cuéntale tu don.
-¿Y si me teme, o peor, me odia? ¿Y si cree que estoy loca?
-Entonces no te merece- contestó tajante-. Pero no creo que ocurra nada de eso. Lo veo en sus ojos, mi vida. El amor se basa en la confianza. Si le mientes, sustentarás tu amor en una base inestable que con el tiempo caerá. No te estoy diciento que se lo cuentes hoy, pero su surge el momento, dile la verdad.
-Gracias, papá. Siempre sabes como ayudarme- le dijo con ternura.