Michael me miraba frustrado, atónito, escudriñaba mis ojos tratando de encontrar una explicación a todo eso.
-Por favor -me dijo de pronto, más calmado-. Por favor. Eres una tía que merece la pena, no lo hagas.
Negué con la cabeza, con seriedad.
-No, no merezco la pena -respondí.
Michael me miraba completamente desconcertado. Abrió la boca para añadir algo, pero de detuvo porque justo en ese momento apareció Bill con un tipo a su lado. Era muy alto y delgado, con el rostro enjuto, la nariz afilada. La perilla le suavizaba un poco la forma cuadrada de la mandíbula. Me miró serio y correcto, como si fuéramos a realizar una transacción completamente normal.
-Mia, te presento a Thomas -dijo Bill-. Es otro de nuestros socios, concretamente nuestro tesorero.
-Encantado -dijo Thomas y me tendió la mano.
Se la estreche con una amplia sonrisa:
-Un placer.
-Bueno, si eres tan amable de seguirnos a nuestro despacho... -dijo Bill, y con un ademán algo teatral se encaminó hacia la pequeña puerta con la cabeza alta, como si no tuviera miedo de nada.
Recorrimos un breve pasillo con las paredes desnudas, bajo una bombilla fluorescente de luz titilante. La puerta se cerró detrás de nosotros, aislándonos sorprendentemente bien del ruido y la música de la sala. Al final del pasillo había otra puerta. Bill abrió y me invitó a entrar. Me encontré en una sala pequeña, con una mesa de despacho delante de mí.