La interpretación dirigida por González fue un verdadero relato sonoro lleno de sutilezas en cada variación, ambientes descritos en la partitura que trascienden la genialidad cervantina desde nuestra propia imaginación, escenas donde los primeros atriles volvieron a brillar como sus dos compañeros hoy solistas, escuchándose, contestándose, disfrutando de esta obra de madura juventud totalmente interiorizada por todos. Un placer disfrutar de las dinámicas amplias, explosivas en el momento justo, íntimas saliendo de la locura y valorando una sonoridad plena que explica a la perfección un concepto algo etéreo como la textura orquestal, que en manos del ovetense con la orquesta asturiana resultaron claros y luminosos en este "Quijote de Strauss".
Pero quedaba una segunda parte aún más potente si cabe, primero el Mahler de la Sinfonía nº10 en fa sostenido mayor, "Incompleta" (1910) en su único primer movimiento acabado, "Andante-Adagio" como "conclusión" de unos días donde el bohemio ha ocupado buena parte de mis conciertos. No entraré en las posteriores versiones que intentaron completar una sinfonía sobre la que de nuevo planeó la "maldición".