“Pero otros ojos serán para beber de lo incierto y la posibilidad. De este prodigio de haber sido. Saber de la inmensidad…”, leemos en el poemario de Goya Gutiérrez.
Por: Manuel García
La poesía de Goya Gutiérrez se caracteriza por un grado notable de hermetismo que translada esos sentimientos de desesperado encuentro con ella misma a diversos entresijos de lo umbrío y lo nocturno. Árboles, huellas, pasos, ríos, por ejemplo, constituyen esa arquitectura secreta en un poemario cuyos motivos reflejan una notable influencia de poetas como Celan y Trakl, y de toda una visión impresionista del mundo que nos rodea.
Cada poema es un fragmento microscópico de realidad, sumido en multitud de detalles y matices complejos, para iniciar al lector en el aprendizaje de una lección grave: destrucción y creación solamente son asumibles desde la conciencia de ese yo espiritual que aspira a desprenderse de todo lo material. La verdadera materia es la que vive y la que se pudre en las lindes de caminos y veneros. A veces, el lenguaje se barroquiza para expresar esa dureza de asir lo carnal y lo mineral que es adonde pertenecemos, lejos de falsos sentimentalismos, buscando en la poesía su oscuridad conceptual y su oscuridad mistérica. Mistérica porque los versos de Goya son salmos y soliloquios de un paisaje decrépito a la vez que exuberante que conversa con la escritora para desbaratar los prejuicios y esas razones que nos subordinan a las rutinas. Así declara Ana Recio en su breve estudio a esta obra: “Se trata de una lírica que aborda el retorno al origen o al paraíso de la infancia con un halo mágico y que plasma la fusión con la naturaleza y con los otros.” (pág. 7).
Sin duda, Grietas de luz es un poemario que califico de minimalista, pues su continuidad de espacio en descomposición y volatilidad, así como los seres que lo habitan, nos adentran en las tinieblas de la muerte como única forma de conocer nuestra caducidad y nuestra esencia.
“Esta noche he soñado que luchaba/ con temible adverdsaria./ Venía disfrazada de luchador antiguo./ Me empujó con sus garras/ sobre un suelo de púas./ De lacerante acero era también su daga./ Y, de pronto, el cálculo del límite,/ del espacio y el tiempo/ en que me acorralaba/ atravesó mi mente como ráfaga”. (pág.30).
“Que aun después de ese día,de esa noche/ erguida sobre elmonte ululará a laluna/ como un grito” (pág. 36).