Paisajes de una década: el neo- western para Pasadizo

Publicado el 05 agosto 2011 por Esbilla

Más que un reciclaje una ampliación, convertido en paisaje de una década, de aquellos Espectros del western publicados hace poco. Revitalizados con la pretensión de dar una cierta idea del neo-western y una cierta idea del género, mutante, evocativo, a lo largo de ya una década en al cual toca encontrar al western tanto en su forma canónica, es decir dentro de unas determinadas coordenadas espacio-temporales (y estético-dramáticas) como serpenteando posmodernamente entre otros géneros, otras formas, otras sensibilidades.

Contando con las impagables labores de edición de Carlos Díaz Maroto (incluyendo un par de referencias a títulos que no había visto personalmente) la presente actualización para Pasadizo desactiva el anterior acercamiento, al cual supera por fácil goleada, incluyendo una larga introducción totalmente nueva y la inclusión, junto a Open Range, Enfrentados y Appaloosa de la muy interesante El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford:

Pasadizo: Una aproximación al neo-western

“(…) Frente a este afortunado remake otro profundamente necio, El tren de las 3:10 (3:10 to Yuma) perpetrado por James Mangold en 2007, donde se convierte lo que era un penetrante duelo psicológico en austero blanco y negro en un vulgar agite de acción y divismo actoral. No exactamente un remake, pero con la sombra de la visión dirigida por John Wayne (y John Ford) sobre ella, tenemos también El Álamo. La leyenda (The Alamo, 2004), dirigida por John Lee Hancock(…) Por su parte Océanos de fuego (Hidalgo, 2004) al menos proponía una agradable, por modesta, mixtura aventurera entre la variación amable sobre la magistral Muerde la bala (Bite the Bullet, 1975) de Richard Brooks y el habitual tono pseudospielberg de su realizador Joe Johnston, mientras Cold Mountain (Cold Mountain, Anthony Minghella, 2003) intentaba con bastante ínfulas una translación de La odisea al marco de la Guerra civil americana, dejando el western únicamente como contexto histórico. Apreciable por su singularidad arriesgada fue el singular melodrama telúrico-familiar El perdón (The Claim), donde el inquieto Michael Winterbottom tomaba
prestadas estética y localizaciones familiares, pero poco más. Un curioso aporte supone un film indie dirigido por una mujer, Kelly Reichardt, con Meek’s Cutoff (2010), acerca de colonos que atraviesan el desierto de Oregon en 1845; (…)
De igual manera podría mirarse a otros filmes que han evocado la ética del género o su herencia estético-conceptual, y aquí cabrían ese curioso híbrido de chambara, exploit de Mad Max, tebeo, spaghetti-western y western americano que es El libro de Eli (The book of Eli, Albert & Allen Hughes, 2010), la simpática pero menor aportación neozelandesa Tracker (Ian Sharp, 2010), con ciertos parentescos con respecto a Enfrentados pero escaso nervio en su propuesta aventurero-metafísica, malbaratado por su empanada espiritualista y por un exceso de referencias que superan por mucho al talento de sus responsables, la musculosa y pulp Centurión (Centurion, Neil Marshall, 2009), en apariencia un peplum bárbaro, en realidad un western en territorio indio en toda regla, con regusto fantastique y nervio en la realización. Especialmente destacada la metafísica The Proposition (John Hillcoat, 2005), profundamente australiana en su concepción y ejecución en realidad, y perfectamente olvidables la exótica y atorrante El bueno, el feo y el raro (Joheunnom nabbeunnom isanghannom, Kim Jee-woon, 2008) o la olvidada y muy pretenciosa Cenizas y pólvora (Dust, 2001) (…)
También aproximaciones literalmente contemporáneas, la más cercana en el tiempo No es país para viejos (No Country for Old Men, 2007), otra adaptación de los Coen sobre un material a medida, en esta caso del capital Cormac McCarthy, quien ya aportara el material de base para Todos los caballos bellos (All the Pretty Horses, Billy Bob Thorton, 2000), edulcoración de su poderosa novela de 1992. Igualmente “McCarthyana” resulta la crepuscular y bíblica Los tres entierros de Melquiades Estrada (The Three Burials of Melquíades Estrada, Tommy Lee Jones, 2005), que con justicia debe colocarse entre los mejores western sin apellidos del milenio presente. Algo similar a Una historia de violencia (A History of Violence, 2005) sorpresiva aportación de David Cronenberg entre algún western con Glenn Ford y el noir rural. Más cerca del americana, decididamente emparentada con la relectura del melodrama que el cine norteamericano emprendió en los sesenta a través de títulos de filiación country como Hud (Hud, Martin Ritt, 1963) se encuentra Brokeback Mountain (Brokeback Mountain, Ang Lee, 2005).
Y si es por exotismo, y recontextualización espacio/temporal, bien pueden listarse la singular y desmelenada, entre el spaghetti-western, Sam Peckinpah y el heroic bloodshedExiles de Johnnie To o la espléndida Un hombre sin pasado (Mies vailla menneisyyttä, 2002) donde Aki Kaurismäki acerca con sinceridad su personal discurso al western logrando reflejar como pocas películas contemporáneas la ética profunda del mismo. Aunque puesto a lo inclasificable, Las lágrimas del Tigre Negro (Fa talai jone), aportación filipina de Wisit Sartsanatieng, gana por goleada. Fue el sabor festivalero del 2000, y como tal está caducado, pero su delirio kitsch y su desprejuiciada alma de telenovela todavía la mantienen disfrutable, a su manera, claro está. (…) pueden dar la apariencia de un género activo, lo cual no es exactamente lo mismo que un género vivo, ya que, como quedó expuesto al principio, estamos tratando con la retroalimentación constante, con el fetichismo por una imaginería acometida desde diferente tipos de nostalgia.(…)” Continuar
“(…) Jesse James es aquí un héroe trágico, tortuoso y distante, casi homérico, cuya predestinación como leyenda está unida a un destino fatalista, inapelablemente heroico, como es la muerte. Para transcender, el héroe mitológico debe morir, para alcanzar la categoría de leyenda tiene que tener un final a la altura; Dominik no se contiene en subrayar el momento del asesinato dando la impresión de que James lo espera conscientemente, como un paso natural en el curso de su existencia.
De este modo, Robert Ford emerge como la contrafigura, literal y metafórica, como el anti-héroe definitivo. Si Jesse James es hermoso, solar y magnético, Robert Ford será feo, fosco y repulsivo. La disimilitud física marca la distancia, nuevamente olímpica entre el que es y el que quiere ser. En estos elementos radica lo mejor de la cinta de Dominik, pero de justicia es señalar que no le pertenecen totalmente, sino que son una hábil transposición de la magnífica, mucho más que sustanciosa e increíblemente audaz Balas vengadoras (I Shot Jesse James), primera película rodada por el gran Sam Fuller en 1949 (…) Continuar