Este no es el caso, aquí nos presentan hechos nuevos:
No voy a hacer estructuras elaboradas, eso se lo dejo a los académicamente educados, a los que se encargan de elucubrar sobre la poesía, en base a su experiencia en el canon de análisis y crítica literaria, sino a hablar de un libro cuya arquitectura de una ciudad, —vista por los ojos de Víctor— me trajo de vuelta ese suave saborcito de los recuerdos de estos días: de los que siguieron conmigo el Proyecto de El Café Cultural Francisco Zúñiga Díaz, este autor es quizás el segundo (Marlene Ramirez, la primera), en llegar al país de las ediciones, le llamo yo a este tipo de procesos, con un texto sobrio en su ejecución…
Y es que el autor entendió que la poesía comienza con un llamado.
Luego se da un paso sin que pase nada y después nos encontramos con el diluvio que no puedes evitar: y cuando llega solo tienes dos opciones: empaparte bajo la lluvia, disfrutar el momento, del paisaje, o sostener el paraguas para buscar refugio a tu necesidad, y de vez en cuando disfrutar del mientras caminamos…
Algunos como Víctor somos una especie de Xmen, pues en poco tiempo desde y dentro de México, lograr un movimiento como la publicación de un libro, no es cosa fácil.
En poesía, en particular, las manos estarán ocupadas pero no más que la mirada y el cerebro, lecto-grafia primaria que nos hace reconocer un camino que muchas veces se vuelve inhóspito; casi, casi un despertar a media noche y tras quedarse mirando la lámpara, el techo, la pared que algo tienen que decirnos antes de recibir la inapropiada visita de distractores ajenos, que nos distraen de hacer lo que sabemos correcto: trabajar nuestro proyecto literario sin que nos asedien absurdos (para otros) pero ciertos para cada persona que se defina como poeta, pues inevitable es que sintamos ese viaje… no hay de otra.
El ritmo es también algo llamativo aquí. Esa es la parte que conozco bien.
Quien me conozca sabe que siempre relaciono ritmo con música y en particular con canciones; este caso no es diferente la canción elegida es una Vieja historia de amor: un bolero, (escrita en1955 por el panameño Carlos Eleta Almarán), a que creían que era mexicana. Pues no. El error obedece a que como siempre México nos da una acogida especial a los de este lado istmo, por lo que fue la banda sonora de una película cuyo nombre si se perdió en el tiempo pero que lanzó a la fama a Libertad Lamarque y Emilio Tuero, en el 56; y agreguemos que el tema ha sido cantado por muchos porque la poesía: la amante menos casual y discreta del mundo; rechaza los términos medios en que el poeta construye su propio paisaje...
La poesía, dicha como muchas otras palabras es una flor que pocos percibimos. Es amor por algo que hacemos porque subyuga su encanto. Puede ser ligeramente afrutada en las esquinas, salobre y dulce en el centro, o simplemente floja en algunos lugares pero nunca, o mejor dicho, jamás debería ser escrita por quienes escriben como hacer un análisis literario de un texto acuerpado por el bravo de los amigos, eso seria lo más fácil, un trabajo sin riesgo ni futilidad, del que Chico (Zúñiga Díaz), nuestro Chico que Víctor no conoció, diría: parte sin novedad…