Paisana Jacinta. ¿Qué evolución?

Por Daniela @lasdiosas
La decisión de Frecuencia Latina, luego de las protestas de agrupaciones afroperuanas, de pueblos indígenas y de defensa de los derechos humanos, de suspender las apariciones del personaje "Negro Mama" en el "Especial de Humor” mientras se mantiene el de la paisana Jacinta, ha generado un interesante debate en los medios de comunicación y posibilitado la expresión de las diferentes visiones y posiciones que existen en relación a lo que algunos ciudadanos y ciudadanas consideran racista y discriminatorio.
Es interesante resaltar en primer lugar que en la carta publicada por el canal habría una especie de mea culpa en relación al personaje de la paisana Jacinta, al señalar que ya no es el mismo, que ha “evolucionado” y “no se presenta ni dice nada que pudiera ser sujeto a críticas”. Eso significaría que ya no estaría encarnando el estereotipo que sobre la mujer indígena reflejaba en los programas anteriores, vale decir la imagen de sucia, desgreñada, medio tonta e ignorante.
Es muy frecuente en la televisión que se utilice el estereotipo como recurso para categorizar a un grupo, ya sea por su aspecto, sus costumbres, su comportamiento, resaltando lo que se considera más característico del grupo, lo que aporta a que el público se conecte de manera más rápida con el personaje, creando de esta forma una imagen positiva o negativa del mismo. Y esto es lo que se ha hecho con el personaje de la paisana Jacinta al resaltar algunos de los elementos que son parte de los prejuicios instaurados en el país sobre las mujeres indígenas. ¿No le ha ocurrido a usted alguna vez acaso oír a alguien aludir al supuesto “olor a llama” o a “queso” de una persona indígena en el bus, en la calle o en cualquier lugar? ¿O acaso no conoce a alguna persona que las ve como ignorantes, feas o atrasadas? Eso lo podemos ver en algunos programas anteriores, pero como piden que no nos refiramos a ellos porque el personaje ha evolucionado, no lo haremos aún.
Otro de los puntos que ha sido señalado es que no puede confundirse ficción con realidad que es lo que en esta perspectiva estarían haciendo los colectivos que denuncian el programa como racista y discriminatorio, como si todas las narrativas audiovisuales se construyeran sobre la base de la imaginación únicamente y no de situaciones, argumentos preexistentes, coincidiendo en múltiples ocasiones las narrativas ficcionales con la realidad. “ Así somos pues las mujeres, cholas, serranas somos bien duras,” dijo Jacinta en un programa, en clara alusión a lo que considera su grupo de pertenencia. Cabe preguntarse si en esta supuesta evolución que se ha planteado, ella ya no es así, ya no es chola, serrana, como se autodefinía, y si esta autodefinición no significaba acaso que el público también hiciera la adscripción del personaje a un colectivo, las mujeres indígenas del ande en este caso.
Entonces no es que el personaje navega libremente por las ondas televisivas sin que los televidentes integren en sus esquemas cognitivos y emocionales lo que nos proponen las narrativas del programa, más aún cuando los marcadores étnicos como la vestimenta, el uso de las polleras, las trenzas, la lliclla y la lengua, son elementos que nos remiten a las mujeres indígenas. “Jacinta, Jacinta, ñam, ñam,ñam” le gritaron una vez unos niños a una mujer indígena puneña que caminaba en las calles de Lima con su vestimenta tradicional hace unos años. Eso es lo que pude presenciar y seguramente se han dado situaciones similares en muchas ocasiones.
“Lo subalterno se encuentra insidiosamente visible en el cuerpo, fijado en los genes o en la tradición cultural o la clase y se vuelve visible en el cuerpo, en el habla, en la conducta o en la vestimenta,” señala Mario Margulis. (1) En ese sentido, la representación estereotipada y degradante (despeinada, desarreglada, desdentada) que se hace del colectivo de mujeres indígenas a través del personaje de la paisana Jacinta es evidentemente discriminatoria.
Por otro lado, es claro que el personaje no tiene como lengua materna el castellano, lo que genera que al hablar construya sus palabras acentuando los rasgos de interferencia entre las dos lenguas, para que se vea, que se oiga, que no “habla bien”, “como debería de hablarse el castellano”, lo que a su vez refleja la subvaloración a la lengua materna del personaje de parte de quienes escriben los guiones, de quienes emiten el programa, de parte de los que lo defienden.
Sólo los negros acomplejados y los serranos resentidos pueden identificarse con estos personajes ficticios y sentirse agraviados. Esa es la mentalidad que hace del Perú un país retrasado, gente que se automargina por idioteces” dice un comentarista en relación a una entrevista que el diario la Republica (2) le hiciera a Mónica Carrillo del colectivo Lundú sobre el asunto. Es interesante ver cómo quien escribe este comentario no asume ninguna identificación con el personaje, lo que le posibilita sin ningún problema reírse de la otra y lo que representa. Por ello no se siente aludido por la gran carga de violencia simbólica que se expone en las actuaciones y la imagen misma del personaje.
“Acomplejada, yo soy más serrano que la papa, encima me dicen negro en la casa y no me ven saliendo por tele diciendo el negro mama promueve el racismo,” dice otro comentarista y esto nos lleva a reflexionar sobre cómo el racismo y la discriminación en nuestros contextos son negados de manera permanente. Y es que el racismo como construcción ideológica – dado que cada vez hay mas consenso entre los científicos que no hay bases biológicas para hablar de razas entre los seres humanos – tiene imbricaciones bastantes complejas en el Perú y en los países que han sufrido la dominación colonial. En estos contextos, como lo señala Nelson Manrique, “el sujeto discriminador no puede separarse del «objeto» que discrimina. Para la mayoría de la población peruana, usar el término «indio» para insultar a otra persona, teniendo también sangre india en las venas, supone negar una parte de su propia identidad: discriminar, odiar y despreciar a elementos constitutivos del propio yo. La alienación radical. La imposibilidad de reconocer el propio rostro en el espejo. Se produce así una forma de racismo profundamente enrevesada y difícil de abordar.” (3)
Eso lleva por tanto a que no sólo no nos reconozcamos racistas, sino que no reconozcamos los discursos racistas que se difunden en programas como éste, que fortalecen las miradas y concepciones subvalorativas sobre los diferentes colectivos que son vistos como inferiores porque sus características fenotípicas y sus culturas no corresponden a las características socialmente valoradas, lo que es más complejo aún cuando nos son presentados mediante la comunicación televisiva, en donde prima la vía emotiva y no la racional. Esto implica que las conexiones que realiza el público con las narrativas audiovisuales se hacen sin que medie una mayor reflexión que posibilite develar los contenidos no explícitos, los discursos ideológicos, porque no hemos desarrollado una actitud crítica y más reflexiva frente a lo que nos proponen los medios. Por ello alfabetizarnos audiovisualmente en este tiempo debería ser una prioridad y las currículas deberían incluir un curso de lectura y análisis del lenguaje audiovisual, de modo que nuestros hijos e hijas desarrollen su capacidad de discernir y confrontar las manipulaciones ideológicas, los mensajes implícitos en los estereotipos y en las representaciones inferiorizantes de determinados grupos humanos que se hacen en la televisión y que, como en el caso de la paisana Jacinta, utilizando la comicidad, el chiste, son las correas de transmisión de los prejuicios existentes en la sociedad.
He visto segmentos del Especial del Humor aceptando la invitación que se nos hizo al público y para verificar la supuesta evolución del personaje. Encontré que se sigue utilizando los marcadores étnicos de la misma forma, y se sigue presentando al personaje como una mujer fea, desdentada y desgreñada. Pensé entonces en las mujeres indígenas de nuestra serranía, en el profundo sentido de la ironía y del humor que tienen – basta no más escuchar los watuchis –, en el cuidado que le ponen en el arreglo de sus cabellos, en su trenzado, en su negativa a ser fotografiadas cuando sudorosas del trabajo de la chacra o de la casa nos piden que esperemos para cambiarse porque no quieren que su imagen se perpetúe así. Pensé en la sabiduría y la belleza de Mamá María en Ayacucho, de Eusebia, Irma en Puno, de Julia de Cusco, de Virginia de Huancavelica y de tantas otras mujeres indígenas peruanas que construyen cada día el país y sus comunidades. Y pensé que sólo presentando su aporte nos daríamos cuenta de lo “evolucionadas” que son y de lo mucho que pueden enseñarnos.
Mientras el personaje de la paisana Jacinta siga representando estereotipos negativos sobre las mujeres indígenas del ande, seguir exigiendo su eliminación de la programación sigue siendo una lucha justa, la lucha contra el racismo, el endoracismo y la discriminación que siguen desafortunadamente tan vigentes.
Es tiempo que nuestra programación televisiva dé cuenta de su evolución y que los creativos y creativas se esfuercen por crear personajes que no necesiten caer en los estereotipos negativos, en los lugares comunes, en la activación de los prejuicios, en la mirada despectiva hacia la otra y el otro para hacernos reír.
Por Rosa Montalvo Reinoso
Noticias Ser
madamrosa1@gmail.com
La Ciudad de las Diosas
Notas:
(1) Margulis, Mario “La ‘racialización de las relaciones de clase” en Margulis, Mario, Urresti Marcelo y otros (1998): La segregación negada. Cultura y discriminación social, Editorial Biblos, Buenos Aires
(2) Comentario en reacción al artículo “Jorge Benavides promueve odio racial y nos coloca como delincuentes”, La República, 11 de abril del 2010,
http://www.larepublica.pe/sociedad/11/04/2010/quotjorge-benavides-promueve-odio-racial-y-nos-coloca-como-delincuentes
(3) Manrique, Nelson (s/f): “Algunas reflexiones sobre el colonialismo, el racismo y la cuestión nacional. Introducción al libro La piel y la pluma. http://www.cholonautas.edu.pe/modulo/upload/Etnicidad-Nelson_Manrique.pdf