Pajaros cantores en premios literarios

Por Gfg
Hace poco descubrí que los premios literarios no son los únicos en los que la subjetividad de un jurado es parte fundamental del desenlace. Bueno, además de la valía de la obra, de la labor de los agentes literarios, de los intereses de las editoriales y de otros avatares que ya son sabidos.
No, descubrí por azar que hay concursos de PAJAROS CANTORES, como lo oyen, y he visto al jurado en plena faena.
Aparte de lo pintoresco de la escena (árboles, jaulas y, sorprendentemente, muchos hombres), he de decir que el juez escuchaba imperturbable a tres pajaritos encerrados en sus respectivas cuchitriles en medio de un bullicio de coches, campanadas de iglesia y niños saltarines.
Para mí, que soy un poco tapia, me parecía que no cantaban, pero cantaban, se lo aseguro, aunque de una forma desigual, como con desgana. La misma desgana que puede detectar en el juez que miraba al paisaje bucólico-urbano con una cierta ensoñación.
Yo, en esos momentos, me imaginaba a los jurados de premios literarios repartiéndose los cientos de manuscritos a concurso con las mismas miradas perdidas que los pájaros cantores; no, perdón, con las miradas de los jueces de los pájaros cantores.