Aseguraba el otro día en El País el profesor Elorza, una autoridad en la materia, que no había un buen comunismo soviético y uno malo:
"La apertura de archivos desde la caída de la URSS vino a
modificar una importante imagen tradicional, según la cual existiría un buen
comunismo soviético, el de Lenin, cuya brutalidad era justificada por la guerra
civil, y luego la degeneración tiránica y criminal de Stalin, saco de los
golpes desde el XX Congreso (1956). Hoy sabemos que el terror de Stalin, con
sus prácticas genocidas, se encuentra ya en Lenin, como instrumento de
gobierno, lo mismo que el rechazo tajante de la democracia."
De fondo, la tesis publicada ya hace muchos años sobre la bula de la que goza el comunismo en el imaginario colectivo:
"A pesar del Gulag, de los millones de muertos en el salto
adelante maoísta y de los jemeres rojos, la memoria del comunismo, movimiento
totalitario puro y duro, se ha salvado de la condena global que recayera sobre
nazismo y fascismo. Es algo peligroso por la facilidad con que su componente de
violencia represiva reaparece en los movimientos radicales posteriores".
No se lo pierda, lector.