Estas semanas que han transcurrido tras las elecciones generales he podido confirmar una sospecha: la poca importancia que los políticos dan al significado de las pa
No me extraña que haya tantos indignados acampando en las plazas de media España; esta palabra lleva años en los primeros puestos de las más usadas de mi vocabulario. Entiendo que los jóvenes hayan dicho hasta aquí hemos llegado (mucho han tardado). Yo no he dormido estos días en la calle, ni he participado en ninguna asamblea, pero como muchos otros ciudadanos, comparto su hartazgo, sobre todo, porque la mayoría de estos políticos nos tratan como si fuéramos tontos y no nos diéramos cuenta de que en realidad, salvo honrosas excepciones, sólo buscan su acomodo personal. Se aprovechan de nuestra apatía y desidia para seguir haciendo lo que más les gusta: manejar los hilos a su antojo sin ningún tipo de escrúpulos.
Ante este panorama yo quiero poner la pelota en nuestro tejado y me pregunto qué parte de responsabilidad tienen los medios de comunicación y los que trabajamos en ellos, de qué forma hemos contribuido a que la dialéctica y la participación ciudadanas hayan caído tan bajo. ¿No deberíamos nosotros ser más profesionales, analíticos y críticos con todo lo que dicen, hacen y prometen los políticos a la sociedad?