Palabras insensatas
Publicado el 10 enero 2019 por Angeles
Seguimos celebrando los diez años de Juguetes del viento con la recuperación de algunas de las entradas que conforman la historia del blog. Ésta se publicó originalmente el 11 de septiembre de 2014.
En una ocasión una alumna mía, una niña de nueve años, me preguntó si yo conocía “todas las palabras del inglés”.Le dije, lógicamente, que no, que es imposible conocer todas las palabras de un idioma, ni siquiera del propio. La niña se sorprendió mucho al oírme decir eso, y su sorpresa quedó expresada cuando respondió: “Pues yo conozco todas las palabras del español… ¿tú no?”Entonces yo, entre didáctica y bromista, le pregunté si sabía qué significaba la palabra idiosincrasia. Fue genial ver la cara de la niña, que me miró como si yo acabase de revelarle el sentido de la vida.En realidad algo de eso había -y perdonen ustedes la exageración-, pues lo cierto es que la chiquilla acababa de descubrir un mundo nuevo: el de las palabras que están más allá del vocabulario que usamos a diario y que manejamos con absoluta familiaridad.A diferencia de mi alumna, yo, de niña, nunca pensé que conociera todas las palabras de nuestro idioma. Al contrario, sufría mucho porque había una cantidad enorme de palabras y frases que escuchaba y veía escritas por aquí y por allá y cuyo significado no lograba discernir.Confundía, por ejemplo, los significados de las palabras divorciarse y suicidarse.Recuerdo que una vez vi, en un quiosco de prensa, la portada de una revista en la que, junto a la foto de una bella señora, se leía: “Fulanita de Tal se divorcia”, y que pensé que era una pena que siendo tan guapa, famosa y seguramente rica, hubiera decidido quitarse la vida.Pero lo que más me desconcertaba eran ciertas expresiones hechas que me parecían tan incomprensibles y absurdas que llegué a pensar que la gente las decía mal, que tenían que ser de otra manera. Y no es que yo me creyera más lista que los mayores, en absoluto; es que alguna explicación tenía que haber para aquella incomprensibilidad.
Una frase que me desesperaba especialmente era dentro de lo que cabe.Me devanaba la sesera dándole vueltas a aquello. ¿”Dentro de lo que cabe”? Pero, ¿lo que cabe no es lo que está dentro? ¿No debería ser “ de lo que cabe dentro?” Y así me pasaba un rato.
También me resultaba muy extraña la expresión merece la pena, y no comprendía por qué la gente decía cosas como “merece la pena levantarse temprano”. Yo creía entender que el hecho de levantarse temprano -o lo que quiera que fuese- merecía que sintiéramos pena. Y claro, no veía lógico que lo dijeran tan contentos y acordaran levantarse a las ocho para ir de excursión. ¿Es que querían ponerse tristes o qué?Más o menos lo mismo me ocurría con mejorando lo presente. Yo entendía que eso se decía como un cumplido, porque veía que los aludidos lo agradecían, pero en realidad a mí me parecía un insulto: “Pepita López es encantadora, mejorando lo presente.” Y yo entendía que la bella Pepita era mejor que las señoras presentes. Desconcertante, ¿no?También me mortificaron mucho las expresionesceda el paso(eso tenía que estar mal por fuerza) yadmón de loterías(¿qué será unadmón, madre mía?).Lo más curioso de todo esto es que yo no preguntaba por el sentido de esas frases, no pedía que me las explicaran, y no sé por qué. Quizá es que daba por hecho, intuitivamente, que las frases eran absurdas, que se decían por costumbre y sin reparar en su insensatez.Sí, esas expresiones me hicieron sufrir mucho durante mucho tiempo, pero recuerdo el día en que oí a alguien decir “… en la administración de loterías”. En aquel momento la palabra admón. cobró todo su sentido y fue tal la satisfacción que sentí con este descubrimiento que me pareció que un gran telón negro se levantaba y que ante mi ojos se alzaba el arcoíris refulgente del discernimiento. Qué momento, señores.Quizá esto explique por qué no preguntaba yo a mis mayores por el sentido de esas palabras y expresiones: la satisfacción de descubrirlo por mí misma era tan gratificante que merecía la pena esperar.
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