Palabras, las justas

Publicado el 02 mayo 2016 por Miguel Ángel Jordán @M_A_JORDAN

Hola a todos.

Hace tiempo leí un libro titulado “Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva”. Me lo habían recomendado en diversas ocasiones, pero -no te voy a engañar- pensaba que se trataría del típico “panfleto de autoayuda” que lo único que hace es repetir ideas hipermotivantes pero con poca sustancia. Eso, o un manual para hombres de negocios con mil teorías sobre mercados, macroeconomía, etc. . . Tanto en un caso como en el otro, una pérdida de tiempo. Por lo que asentía con una sonrisa ante la sugerencia, pero ni caso.

Hasta que un día, vete tú a saber por qué, decidí darle una oportunidad, y me enganchó desde el principio. Ciertamente es un libro de autoayuda muy aplicable al mundo empresarial. Pero su gran virtud es que abundan los ejemplos de la vida cotidiana en los que se pueden poner en práctica sus acertados consejos.

Y, después de la publicidad -por la que no voy a cobrar ni un céntimo-, vamos a tocar tierra. ¿Qué tiene todo esto que ver con la escritura? Vamos allá.

El segundo hábito de la gente altamente efectiva es:

Sencillo, ¿verdad? No hace falta leer un libro para darnos cuenta de lo importante que es saber adónde vamos desde el primer momento. Si todas nuestras acciones tienen una finalidad clara, ahorraremos muchas pérdidas de tiempo y espirales de sinsentidos. Sí, es evidente, pero por eso mismo es bueno que nos lo recuerden.

Hay muchas facetas de la escritura en la que esta máxima puede ser útil, pero yo tan solo voy a aplicarla a una: no usar más palabras de las necesarias.

Cada adjetivo, verbo, frase o párrafo debe tener un sentido. Si puedo eliminar un elemento, lo elimino. No confundas la riqueza de vocabulario con la pedantería, la agilidad de pluma con la verborrea, la narración fluida con el rollo insoportable.

Todo debe tener un fin; explicar una situación, transmitir un sentimiento, entretener, matizar… Lo que sea. Pero no escribas por escribir.

Te invito a hacer un ejercicio: escribe un texto o, mejor aún, busca uno que ya tengas escrito. Intenta eliminar todo lo que puedas sin que se pierda el significado. Vuelve a leerlo y haz otra limpia. Cuando creas que ya no puedes quitar nada más, compara los dos textos y fíjate en la diferencia de ritmo y fluidez de cada uno.

¿Cómo ha ido? Seguro que bien.

Un saludo

@M_A_JORDAN