“No” y cualquier otra negación en general. Se trata de no usarlas en exceso y si se trata de una pregunta cuya respuesta es “sí” o “no”, añadir siempre algo más en caso de que la contestación sea la segunda. Por ejemplo, si se trata de un conocimiento que no posees, puedes decir que no has tenido la oportunidad de aprenderlo, pero que estarías interesado en hacerlo.
Evitar el término “nervioso” y sus derivados. Es normal que estés nervioso, pero reconocerlo no te va a ayudar. Ninguna compañía quiere contratar a un trabajador con problemas de confianza. Por eso mismo comenzar una entrevista reconociendo que estás nervioso es un error. También evita hablar de cuestiones como “debilidades” o “errores” que hayas cometido a no ser que te lo pregunten directamente. Y si es el caso, nunca respondas con el manido “soy demasiado perfeccionista” o similares.
Trata de no hablar de tus necesidades. Una entrevista sirve para que la empresa hable de sus necesidades y a partir de ahí que tú averigües cómo puedes ayudarles a solucionarlas. Poner en liza tus necesidades puede hacer que te etiqueten como una persona con la que después será complicado trabajar y excesivamente demandante. Y por su puesto, nunca digas lo mucho que necesitas el trabajo y no porque la empresa pueda aprovechar tu desesperación para hacerte una oferta a la baja, sino porque puede interpretarlo como un signo de debilidad. Las empresas buscan personas que quieran desarrollar una carrera profesional, no encontrar un trabajo.
Obvia todo lenguaje con connotaciones negativas. Palabras como terrible, horrible, nefasto, odio y similares deben quedar desterradas. Sobre todo evita hablar en estos términos sobre tu empresa actual o antiguos empleadores y también referirte a tu trabajo con ellos en plural como “nosotros”. Por su puesto, esto también se aplica a los insultos y cualquier lenguaje malsonante en general.
Lo mismo ocurre con los “peros” y los “solos”.
En lugar de decir, “sólo pienso…” di “pienso”, ya que de lo contrario puedes transmitir cierta inseguridad
Practica también para eliminar cualquier cliché de tu vocabulario. Son sólo palabras de relleno, que no aportan nada y pueden transmitir cierta inseguridad. En el peor de los casos pueden hacer que no parezcas del todo honesto. Uno de los primeros que debes dejar de usar es “de hecho”, porque puede sonar a corrección y no quieres que el entrevistador piense que eres tan arrogante como para hacerlo.
“Ventaja”, “sinergia”, “networking”, “win-win”…no quieras dártela de experto en marketing o en jerga corporativa. A no ser que sea necesario deja en casa los anglicismos y los términos de ese tipo que tienen más que ver con el postureo. Puedes quedar muy mal si los usas demasiado. Tampoco abuses de “trabajo en equipo”, “dedicación” y el resto de términos que ya has usado en tu currículo y en tu perfil de LinkedIn.
Aunque sabemos que el salario es clave, no debes tocar el tema a no ser que lo haga el entrevistador o si termina la reunión y todavía no lo habéis tratado. Palabras como sueldo, compensación, dinero y similares no deben formar parte de tu discurso, centrarte en el salario puede hacer entender a la empresa que estás allí sólo por el dinero. ¿Contratarías tú a una persona cuya única motivación sea salarial?
Lo mismo ocurre con los beneficios que pueda ofrecer la empresa o con cuestiones como las vacaciones. Cuando llegue el momento de tratar estos temas hazlo, pero hasta entonces no preguntes sobre ello.