Palabras que matan: la terminología carnista

Publicado el 13 marzo 2021 por Josephdelapaz

La entrada Palabras que matan: la terminología carnista, escrita por Joseph de la Paz apareció por primera vez en Vitamina Vegana.

Todo experto en comunicación de masas sabe que la educación —o reeducación— del pueblo empieza por elegir los vocablos adecuados. Desde los grandes dictadores de la era moderna hasta el más pequeño y avispado publicista lo sabe. Si logras establecer el término que a ti te conviene, ya has ganado dos tercios de la batalla.

En el caso del vocabulario que usamos para la comida, no podemos señalar a nadie en particular como responsable de la terminología carnista y desconectora que usamos. De hecho, muchos patrones se repiten en distintas lenguas y culturas. Esto sugiere que es el inconsciente colectivo —ávido de reconciliar inclinaciones éticas con prácticas violentas— el que a lo largo de las generaciones ha creado y fomentado unos términos que nos ayuden a desconectar lo que ponemos en nuestro plato de su origen e historia. 

Desconectar el trozo de carne o de queso que uno va a comer de la terrible historia y el sufrimiento que existe detrás de ese bocado, ésta es a fin de cuentas la función de la terminología carnista. Desconectar es la estrategia esencial del carnismo.

¿Terminología carnista o lenguaje antiespecista? La liberación animal empieza por nuestras palabras.

¿Por qué comer pollo es tan popular pero rara vez oímos a alguien que vaya a comer una gallina, o filete de pecho de gallina o sopa de gallina? 

¿Por qué todos comen pescado pero nadie come pez? Ya sé, cuando pescas al pez, te comes lo que has pescado… Pero nadie come un plato de cazado… Y un gran porcentaje de los peces que se comen vienen de la piscicultura, donde es difícil decir que han sido pescados… 

¿Por qué nadie dice que come vaca? Si buscamos “comer vaca” en google, podríamos pensar que nadie en el planeta se las come, y que por el contrario hay mucha gente interesada en prepararles comida a las vacas. 

¿Por qué cuando hablamos de bebés y de la lactancia se usa siempre el término “leche materna”? ¿Acaso la leche de vaca no es leche materna? ¿O la leche de cabra? ¿Será que no queremos pensar en aquel cachorro a quien le quitamos la leche? 

Eso sí, el término “leche” inspira tanta pureza y naturalidad, que los estados limitan la libertad de expresión prohibiendo el uso del término “leche vegetal”. No se vaya a confundir el respetable…

¿Por qué escuchamos en las noticias que han sacrificado a un animal cuando en realidad lo han matado? Sacrificar viene de la palabra sacro, santo. ¿Qué tiene de sagrado quitarle la vida a un animal, o a millones? 

Estoy convencido de que uno de los retos más inmediatos e importantes que tiene el movimiento vegano es cambiar la dialéctica del especismo. Y se empieza por el vocabulario que usamos para referirnos a los productos de origen animal. No es un proceso sencillo ni fácil. Y tomará tiempo, mucho tiempo. Pero para despertar a la sociedad del cómodo letargo en el que se encuentra, podemos y debemos empezar por las palabras.

Hay palabras que matan y hay palabras que pueden salvar vidas. Usar los términos más incómodos y crudos es un instrumento fundamental para sacudir los cimientos de la explotación animal y del especismo imperante. 

Esclavitud de los animales, campos de concentración, peces muertos por asfixia, hembras violadas para dejarlas preñadas, leche materna robada, zapatos de piel de vaca, asesinato, mutilación, tortura, etc. Cuando nos acostumbremos a llamar a las crueles prácticas de nuestra sociedad por su nombre habremos dado un gran paso adelante.

Usemos la palabra y cambiemos las palabras. A la larga, salvaremos vidas.

“Un mundo vegano será un mundo mejor para tod@s”.

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