A esta preciosa yegua la íbamos a ver por lo menos 4 veces al día, y la llevábamos pan y manzanas, era una golosa.
Al principio le dio un poco de miedo, tan grande, la veía venir trotando por el prado y asomar la cabeza por la valla. Cuando vió que mamá y papá la acariciaban y ella se dejaba se fue acercando más. Un día le llevé un poco de pan, y se puso como loca. Mi hijo se quedó estupefacto viendo como comía. Y muy entusiasmado empezó a llamarla. Hasta ese momento había sido el caballo, pero después:
- Mamá ¡¡cómo come la uella".
- Se dice yegua cariño.
- Sí, cómo come la uella mami.
Así que a partir de ese momento ha sido y será la uella Rumba.
Cada mañana salía temprano de casa e iba donde estaba Rumba, y cuando ella le veía llegar iba trotando a la valla.
Conseguí que la diera de comer, con algo de miedo, pero sentir que podía también engullirse su manita le dió cierto repelús y prefería que fuera mamá quien le ofreciera los jugosos trocitos de manzana.