Imagínense un mundo solitario y callado cubierto por un frío cielo.Imagínense ahora una cueva, viva, aparentemente, bajo ese gélido techo pétreo en la que sólo se escucha un único sonido: el de un torrente de vida cansado y sórdido corriendo por entre las desafiantes y escarpadas paredes ¿Se lo imaginan ya?Esa cueva se encontraba inmersa en el confín del bosque, en el seno de una montaña en cuya ladera se levantaba un palacio de cristal guardado por cinco fieros pilares de frío e inmune marfil: miedo, rencor, soberbia, avaricia y tristeza. Aquella construcción resaltaba sobre el paisaje sombrío, pero nadie, ningún ser viviente con el que tuve oportunidad de hablar sabía algo en relación a semejante palacio acristalado.
Los leones de marfil son fieros y temibles, pero pueden morir, desaparecer. La apariencia acristalada del corazón no debe ser una cárcel en sí misma, sino tan sólo un adorno que lo haga brillar con más intensidad de lo que de por sí lo hace. Esta es la verdad de mi vida y de la tuya.